La fórmula más secreta
El Gobierno de Estados Unidos utiliza en todos los ordenadores federales la misma fórmula de encriptación (o codificación electrónica) de documentos secretos desde 1977. Hace tres años decidió que quizá era hora de cambiar de programa y lanzó una competición mundial para buscar el recambio.El método de selección ideado por el National Institute of Standard and Tecnology (NIST), la agencia del Departamento de Comercio y Tecnología de Estados Unidos, era lo más parecido a un torneo medieval. El llamamiento mundial consistió no sólo en animar a presentar los proyectos, sino en invitar después a los criptógrafos de todo el mundo a piratear los programas, a intentar reventarlos en definitiva. Para entonces, quizá nadie sospechaba que un modesto equipo formado por dos ingenieros electrónicos belgas quedaría victorioso frente a contrincantes tan poderosos como IBM, NTT Comunications o Deutsche Telekom.
Vincent Rijmen, de 30 años, matemático de la Facultad de Ciencias de la Universidad Católica de Lovaina, y su ex colega en dicha universidad Joan Daemen, de 35 años, ingeniero electrónico y especialista en sistemas de seguridad electrónica bancaria, son los héroes de esta historia. La fórmula, ideada hace cinco años, fue bautizada como Rijndael en un juego de fusión entre ambos apellidos y ha resultado ser la mejor presentada para este original concurso.
Rijmen y Daemen han trabajado juntos en multitud de ocasiones y su pasión es esta nueva herramienta de encriptación, que dota de confidencialidad a cualquier documento o mensaje difundido en la red de la misma manera que antiguamente se lacraban los sobres o se escribía en clave para evitar lecturas indeseadas. El corazón de estos sistemas es una sofisticada fórmula matemática, un algoritmo. La requerida por el NIST debía soportar entre 128 y 256 bits de información. Para hacerse una idea de la complejidad de las fórmulas, en el tamaño más pequeño, de 128 bits, el número de posibilidades para hallar la fórmula secreta es una cifra imposible de leer consistente en 340 seguida de 36 ceros.
Para Rijmen y Daemen no hubo sorpresa alguna cuando este mismo mes supieron que habían sido seleccionados. "Hubo varias conferencias para discutir los resultados", explica Daemen, que trabaja en una empresa belga de reciente creación llamada Proton World International. "Se habían presentado 15 equipos de 12 países y la última conferencia fue en Nueva York, el pasado abril. Quedábamos cinco finalistas y ya vimos que nuestra fórmula era la más popular entre los especialistas. ¿Por qué? Porque es un sistema más sencillo que el de nuestros oponentes. Resulta sencillo para los programadores".
Los dos investigadores belgas, ambos flamencos, aseguran que, en realidad, la criptografía es más una afición que otra cosa. Pero lo cierto es que lo que para ambos puede ser un juego se ha convertido en "un paso decisivo para la seguridad digital y para el fomento del e-comercio y el e-Gobierno de Estados Unidos, lo que supone la creación de nuevas oportunidades para todos los americanos", en palabras del secretario de Comercio, Norman Y. Mineta.
En realidad, lo más probable es que de la fórmula Rijndael se acaben beneficiando millones de usuarios de todo el planeta, como ocurre con el sistema, todavía en uso, llamado DES (Data Encription Standard) y Triple DES, debido a que está muy extendido entre empresas privadas. Jim Foti, matemático del NIST, ha declarado al Financial Times que una máquina capaz de reventar el sistema DES tardaría 149 billones de años en hacer lo mismo contra el más bajo nivel de seguridad del Rijndael.
El desarrollo de estos sistemas de encriptación es también una herramienta clave para Europa, que en su vasto programa e-Europe introduce este apartado como una fórmula ideal para generar la confianza del usuario y, por tanto, promocionar el comercio electrónico en un intento de dinamizar la economía europea y ponerse a la par con la norteamericana en este terreno.
De momento, todo parece indicar que Europa seguirá importando los programas informáticos del otro lado del Atlántico. Pero esta vez, al menos, el cerebro escondido detrás del corazón de uno de esos programas ha hecho un viaje de ida y vuelta. Lástima que, de momento, un éxito tan ruidoso no se traduzca en beneficios económicos. Daemen y Rijmen no han recibido un dólar por su trabajo. La competición era gratuita, y ahora falta desarrollar el sistema diseñado. "Supongo que indirectamente sí que ganaremos dinero. De momento nos tenemos que conformar con ganar prestigio", decía ayer Daemen con sentido del humor. Rijmen sí ha notado ya un cambio importante en su vida: "Ahora todo el mundo me sonríe en la universidad".
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