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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Poso racista

Persiste entre los jóvenes españoles un poso de racismo o, en todo caso, de propensión a actitudes racistas que, aunque minoritario y no superior al que pueda existir entre los adultos, no deja de ser preocupante, según revela la última encuesta realizada por el Instituto de la Juventud entre 6.492 jóvenes de 15 a 29 años. Ese poso ha disminuido en los últimos cinco años, lo que parece demostrar que la llegada de inmigrantes no ha disparado los reflejos xenófobos entre los jóvenes españoles, pero sigue siendo lo suficientemente importante como para no bajar la guardia.No es tranquilizador que el 30% de los jóvenes comprendidos entre los 15 y 29 años de edad considere el fenómeno de la inmigración "perjudicial para la raza", aunque en 1995 ese porcentaje alcanzara el 55%, o que el 24% crea que "tendrá efectos negativos para la moral y las costumbres españolas", aunque hace cinco años pensaran lo mismo el 41% de los jóvenes. Es esencial, por ello, que los responsables públicos cuiden su discuso sobre la inmigración, depurándolo de todo elemento argumentativo que pueda oler a racismo o xenofobia.

Los jóvenes españoles del año 2000 mantienen, por lo general, unos comportamientos familiares, educativos y laborales que no han variado sustancialmente en los últimos años. Sigue sin verificarse en la realidad el tópico de su adicción extrema al ordenador, pero, lógicamente, ha aumentado de forma sustancial el número de quienes lo utilizan en su casa: un 53% frente a un 34% hace cuatro años. La televisión sigue siendo la principal actividad de los jóvenes en casa, aunque haya disminuido ligeramente el número de horas dedicadas a este medio -de 14 a 13 cada semana-. Y se confirma también el continuo descenso en la afición de los jóvenes por la lectura, pasando de un 26% en 1995 a nada menos un 14% en la actualidad.

Por los demás, la tendencia a retrasar el paso a la edad adulta y la consiguiente tardanza de la emancipación familiar constituyen, de momento, los dos rasgos más estables del comportamiento juvenil. Es interesante observar, en todo caso, el retroceso del modelo tradicional de familia, formado por padre, madre y hermanos, que se mantiene en el 45% de los encuestados, y la incidencia que comienza a tener el divorcio en su entorno (el 7% de los jóvenes tienen padres divorciados o separados). El deseo emancipatorio -familiar y económico- se mantiene muy alto, en proporción al menos al coste y a las dificultades que se les presentan para satisfacerlo. La edad promedio para irse de la casa paterna se sitúa en los 26 años, pero la mayoría tiene que esperar a los 29 años por carecer de recursos económicos propios.

Es evidente la relación entre ese retraso en la plena autonomía vital del joven con la postergación de la vida en pareja -sólo una de cada cinco mujeres comparte vivienda con su compañero- y con la bajísima tasa de natalidad española. Aunque el índice de paro ha descendido en los últimos años, los jóvenes siguen viendo un futuro económico en exceso precario como para decidirse a formar una familia.

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