Mano tendida al Norte
Romper el aislamiento de uno de los regímenes más cerrados del mundo, el de Corea del Norte, es una política sensata, cuyo objetivo es generar estabilidad y confianza no sólo en la península dividida -ya que impulsará el cambio y una eventual unificación-, sino en el resto de la región. El establecimiento de relaciones diplomáticas con Pyongyang, anunciado en Seúl por Blair, Schröder y Aznar, es un paso constructivo, que no significa apoyo al último y más cerrado régimen estalinista de Kim Yong-il, sino la introducción de un elemento dinamizador. La reunión de Seúl ha sido una excelente ocasión para felicitar al anfitrión, el presidente surcoreano, Kim Dae-jung, recién galardonado con el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos de reconciliación con el Norte. Más allá de las buenas palabras sobre el futuro de las relaciones entre Europa y Asia, el deshielo sin condiciones de las relaciones con Corea del Norte ha centrado la tercera cumbre euroasiática (ASEM), que se cierra hoy en Seúl, entre los Quince de la UE y los mandatarios de diez Estados asiáticos, China incluida. Hay intereses comunes entre Europa y Asia en la era de la globalización, desde la creación de nuevos polos de poder que puedan competir en influencia con la hiperpotencia de EE UU, a la estabilidad de los precios del crudo, la apertura comercial o el control de la inmigración ilegal que desde los confines de Asia acaba llegando al Viejo Continente. El nivel político de los asistentes a la cumbre, con el presidente francés, Jacques Chirac, a la cabeza de la delegación europea, indica la creciente importancia que la UE atribuye a sus relaciones con Asia.
Con los pasos diplomáticos dados por algunos Estados, que se vienen a sumar a los seis de la UE que ya mantenían relaciones con Corea del Norte, los europeos han actuado, una vez más, en orden disperso, en contra de los principios establecidos por la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC), que todos los días da señales del enorme trecho que le queda por recorrer antes de hacerse merecedora de su nombre. Mientras que Aznar se sumaba ayer a esta política de reconocimiento de Pyongyang, Francia, que ejerce este semestre la presidencia de los Quince, se negó a hacerlo y se alejó de la senda mayoritaria, exigiendo gestos concretos por parte de Corea del Norte en materia de no proliferación de armas de destrucción masiva y de respeto de los derechos humanos. Con esta política, que marca la diferencia francesa y no la opinión europea, Chirac se ha quedado prácticamente sólo.
La política de aislamiento de Corea del Norte ha dado pocos resultados en el pasado, y ha agravado los sufrimientos causados por el régimen a sus ciudadanos, castigados por la pobreza, el hambre y las enfermedades. En la estela del histórico diálogo intercoreano, iniciado en junio pasado, se trata de imbricar al régimen de Pyongyang en unas relaciones que le lleven a abrirse al mundo. El desarme debería seguir a la bocanada de aire fresco. Por eso, arriesgando el último capital político antes de abandonar la presidencia, Bill Clinton realizará una histórica visita al Norte a finales de noviembre. Aunque lo que pueda hacer la UE en materia intercoreana no deja de ser fundamentalmente testimonial, EE UU toma una vez más la delantera a Europa en una política que interesa al mundo entero.
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