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Gore esgrime contra Bush los puntos más oscuros de su mandato en Tejas

La contaminación atmosférica y los deficientes servicios sociales de Tejas constituían la carta principal que Al Gore pensaba utilizar en su tercer y último debate televisado con George W. Bush en la madrugada de hoy, hora española, en la Universidad de Saint Louis en el Estado de Misuri. Con una ligera ventaja en las encuestas, Bush iba a presentarse como alguien que "confía en el pueblo" frente a un Gore que "confía en la burocracia de Washington" y quiere incrementar el gasto público.

El debate era tan crucial que no fue suspendido ni tan siquiera por la muerte del anfitrión, el gobernador de Misuri, Mel Carnahan. Carnahan, del Partido Demócrata, murió en la madrugada de ayer al estrellarse cerca de Saint Louis la avioneta que pilotaba su hijo Roger. Las nubes bajas que cubrían la zona dificultaban incluso la navegación de aparatos comerciales mejor preparados, pero Carnahan, en plena campaña para conseguir un escaño en el Senado, no quiso suspender un último desplazamiento electoral antes del debate presidencial. Y es que, a menos de tres semanas de la cita con las urnas, la batalla política de la campaña ha entrado para los aspirantes a la Casa Blanca y al Congreso en la fase de jugarse el todo por el todo. Con esa sensación irrumpieron Gore y Bush en la sala preparada para su debate. Situado en el corazón de EE UU y al borde del río Misisipí, Saint Louis fue en el siglo XIX la puerta del salvaje Oeste y es hoy una ciudad que se precia de su impulso a la aventura aeronáutica de Charles Lindbergh, su potente industria cervecera y sus aportaciones a la música popular norteamericana, incluidos fenómenos como el ragtime y personajes como Chuck Berry y Tina Turner.

Pero anoche Saint Louis era, para Gore y Bush, otra cosa: su última oportunidad de comparecer ante decenas de millones de compatriotas antes del 7 de noviembre. Bush tenía a su favor el haber ganado el conjunto de los dos primeros debates, en los que construyó una imagen de alguien más digno de confianza y más agradable personalmente que su rival. En el de Boston resistió bien las agresivas acometidas de Gore y en el de Winston-Salem dio la campanada al demostrar solidez en asuntos internacionales. Una encuesta de Newsweek afirma que incluso en temas tradicionalmente demócratas, como la educación y las pensiones de jubilación, Gore no le saca gran ventaja.

Gore iba por detrás en los sondeos, pero por poco, entre uno y cinco puntos. El formato del debate de Saint Louis le favorecía. Consistía en una comparecencia de los dos políticos ante un público de electores indecisos que les formulaban preguntas que, eso sí, habían sido autorizadas previamente por el moderador, el periodista Jim Lehrer. En este tipo de exámenes ante ciudadanos, Gore tiene una experiencia de 20 años, que pensaba explotar a tope para ganar el último debate y volver a colocarse por delante en la carrera presidencial.

En el segundo debate Bush mostró un flanco débil sobre el que Gore pensaba machacar esta madrugada en cuanto tuviera ocasión. Bush se defendió mal en Wiston-Salem frente a los hechos más sombríos de sus seis años como gobernador de Tejas: el elevado número de niños sin cobertura médica y el incremento de la contaminación provocada por las refinerías de petróleo. Anticipando que su gladiador podía volver a pasarlo mal en ese frente, su equipo subrayaba los hechos positivos de su mandato tejano, en particular su indiscutida capacidad para gobernar con espíritu bipartidista, consiguiendo consenso entre republicanos y demócratas.

Traje populista

Gore entró en el debate vestido con su traje populista de esta campaña, el de un campeón de "las familias trabajadoras de la clase media". Una y otra vez, iba a identificar a su rival como el candidato de los ricos, en particular las impopulares industrias del tabaco, el petróleo y las armas de fuego. El programa del gobernador de Texas, según Gore, piensa gastarse el superávit presupuestario de EE UU en recortes fiscales para los ricos, en detrimento de cualquier mejora en los terrenos de la educación, la sanidad y las pensiones. Lo demuestra, dice el demócrata, la experiencia de Tejas. Bush volvió a lucir el atuendo reaganiano de político sencillo y con sentido común, que gobernaría como jefe de un equipo de asesores muy bien preparados. Su propuesta básica es reducir el peso del Gobierno en la vida de los norteamericanos, pero con el añadido de lo que él llama "compasión", una renovada intervención pública en asuntos como la enseñanza primaria, las pensiones de jubilación y la cobertura farmacéutica de los ancianos.

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