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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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Seguidismo y autocensura

Apenas nacido este periódico -allá por mayo de 1976- se planteó una exigencia, nunca cumplida en su integridad y que se renueva cada vez que se discute en la Redacción, sobre los contenidos del diario: marcar la propia agenda.Dicho en plata: tener la capacidad profesional suficiente para ofrecer al lector temas propios, al margen de la actividad oficial que intenta imponerse, escuchar el torrente de declaraciones que se vierten a diario en ruedas de prensa, o a través de las emisoras, y ser capaces de dejar reducido ese magma a unos pocos párrafos, a una leve alusión, si es que lo dicho por el hablante de turno tiene interés.

Del dicho al hecho no hay trecho: hay un abismo. El periódico se llena a diario de declaraciones de cualquier tipo. En esta columna se habló de "periodismo del bla, bla, bla".

En 1976, y ahora, el periódico trataba de defenderse -aunque al comienzo de la transición política pudiera entenderse mejor- de la injerencia de los políticos que aprendieron, con inusitada rapidez, lo fácil que resulta colar cualquier declaración en los periódicos de nuestro país.

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Varios periodistas, lectores habituales de prensa extranjera de calidad, confirman que el fenónemo no tiene parangón. En especial la prensa anglosajona cercena de manera inmisericorde la verborrea de sus hombres públicos, que, por otra parte, sabedores de la realidad, exhiben, en líneas generales, una locuacidad muy inferior a la que es habitual en estos pagos.

Pero a la calculada incontinencia verbal de los políticos se ha unido otro peligro aún más grave: sus declaraciones aireadas a través de la radio.

Todos los días, para las once de la mañana, cualquier periódico cuenta con un buen montoncito de cables de agencia que dan cuenta de las deposiciones más madrugadoras. La radio necesita la voz viva y la busca sin descanso, pero la prensa escrita merece otros contenidos

Los periódicos -y éste en concreto, que es el que aquí importa- no han podido, no han sabido o no han querido -de todos los racimos habrá en la viña- poner coto razonable a esta torrentera parlanchina que en nuestro país se prolonga, en la radio y la televisión, hasta la madrugada, con lo que el círculo del bla, bla, bla queda cerrado sin fisuras.

El lunes pasado, este periódico dedicó media página a la entrevista que el ex presidente del Gobierno Felipe González concedió el domingo a Onda Cero.

El hecho de que una buena parte de esa entrevista estuviese dedicada a la lacerante actualidad del País Vasco, puede explicar su inclusión en tales proporciones.

En cualquier caso, y en general, no es competencia del Defensor entrar en disquisiciones sobre la valoración que el periódico otorga a sus contenidos.

Pero, como en otras ocasiones, desde la propia Redacción del periódico se ha alertado al Defensor sobre un aspecto muy concreto de aquella información.

En la entrevista de Onda Cero, González advirtió sobre "la única broma" que quería permitirse. A una pregunta sobre el cierre, por parte del presidente del Gobierno, José María Aznar, de la llamada bodeguiya -un sótano del palacio de la Moncloa que el ex presidente acondicionó para reuniones informales-, González contó este chiste: "Aznar no quería que le metieran mano a la botella y la cerró".

La desmesura llevó al propio González a pedir excusas, al día siguiente, en Mérida (Badajoz) a Ana Botella, esposa de Aznar.

El problema es que el periódico, en aquella media página, no recogió el chiste de González.

El Defensor ha indagado en la sección de España, donde se publicó el amplio resumen de la entrevista. Varios redactores y el jefe de la sección mantuvieron un pequeño debate sobre la conveniencia de incluir el chiste de marras y llegaron a la conclusión de que nada tenía que ver con los asuntos seleccionados por el periódico y, por supuesto, juzgaron que se trataba de una broma de pésimo gusto.

Los periódicos no operan en el vacío, y los propios redactores se plantearon, expresamente, que otros medios aprovecharían el desliz para destacarlo.

Con esos antecedentes y sin que sea posible aducir ninguna norma del Libro de estilo, parece razonable que, en un párrafo del resumen, lo mismo que se añadieron unas declaraciones del propio González a un periódico chileno, se hubiese incluido el chascarrillo, sin comentarios ni aditivos, para que los lectores tuviesen noticia de algo que se entendió como excesivo y disonante.

La repercusión del chiste, a través de otros medios, escritos y audiovisuales, que amplificaron su difusión, podría hacer sospechar que el periódico, al no recogerlo, quiso encubrir a González o que actuó como guardián de lo políticamente correcto, autocensurándose. El Defensor ha llegado al convencimiento de que no hubo tal propósito. Pero la mujer del césar...

Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonearle al número 91 337 78 36.

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