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El partido de Zapatero

Anabel Díez

Tienen todo el crédito intacto, para la sociedad y para el partido. Diez semanas después de que José Luis Rodríguez Zapatero y su equipo, la mayoría de sus miembros sin experiencia previa de mando, se hicieran con todo el poder en el PSOE, las críticas son casi imperceptibles. El grupo parlamentario y las organizaciones regionales, provinciales y locales continúan insuflándoles aliento para que lo hagan bien, para que esta vez, a la tercera, después de José Borrell y Joaquín Almunia, acierten. Pero queda todo por hacer, lo saben, y aseguran que en tres años prepararán al partido, cambiando sus estructuras, sus modos de hacer política y su funcionamiento interno, para que afronte el siglo XXI de acuerdo con la nueva sociedad. Y para que la sociedad les acepte saben que deben escribir un nuevo libreto que ahora casi está en blanco.Hay alguna nube entre tanto claro. Los anteriores o quienes apostaron por otra solución tienen dudas sobre la solvencia de estos jóvenes. Por su parte, los nuevos dirigentes albergan la tentación de ignorar lo anterior. Zapatero, en el medio, por cultura de partido y disposición personal, aseguran sus intérpretes, quiere innovar a fondo, pero no siente el pasado como un lastre, sino como un bagaje humano, intelectual y político a tener muy en cuenta.

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¿Son más moderados que los anteriores? ¿Son liberales? ¿Cuál es su proyecto político? Piden tiempo y que se les juzgue por sus obras. Por actividad que no sea. El propio Zapatero y todos los ejecutivos saben ya lo que es no tener tiempo libre de lunes a domingo. Primero, darse a conocer en el partido y, simultáneamente, estar muy presentes en el Parlamento y empezar, de nuevo, a tener crédito entre sectores sociales, profesionales y culturales organizados. "Tenemos el temor de que nos pase como en la Administración; que lo urgente desplace a lo importante", expresa un miembro de la ejecutiva, un tanto agobiado, que a las nueve de la noche de un día laborable de la pasada semana comenzaba su quinta reunión con grupos territoriales socialistas. Cada ejecutivo debe tener terminales en todas las federaciones del PSOE y, a excepción del PSC, partido autónomo, la política para todo el partido se marca desde Madrid. O eso es lo que pretenden.

Los lunes, muy temprano, el secretario general, José Luis Rodríguez Zapatero, se reúne con seis personas: José Blanco, secretario de organización; Jesús Caldera, portavoz parlamentario; Julián Lacalle, director de comunicación; Ángeles Puerta, directora de análisis; Enrique Martínez, responsable de comunicación interna, y José Andrés Torres, jefe del gabinete del secretario general.

Al análisis de la actualidad política le sigue el diseño sobre líneas de comunicación que les interesa poner en circulación. Se observa al adversario, el PP, con el afán de estar preparados para hacer frente al engrasado y experimentado gabinete técnico y de comunicación del partido que apoya al Gobierno, del que quieren copiar su probada eficacia, puesta en marcha a principios de los noventa por Miguel Ángel Rodríguez. Todos los días, Julián Lacalle, Ángeles Puerta y Enrique Martínez establecen la estrategia informativa, que es trasladada a los miembros de la ejecutiva federal, que se reúne cada dos semanas.

Estos nuevos dirigentes han inaugurado una nueva forma de trabajar "transversal" por la que sobre una misma materia inciden varias secretarías. "El ambiente es majísimo", expresa un responsable de área a mitad de camino de edad entre los de 29 y los de 45. Existe otro cuarteto "muy político" que mantiene reuniones periódicas y que está muy vinculado al secretario general: Trinidad Jiménez (Internacional), Jordi Sevilla (Economía), Juan Fernando López Aguilar (Libertades Públicas y Autonomías) y Álvaro Cuesta (Ciudades). "Es reconfortante ver a gente muy joven con una preparación extraordinaria, con discurso fresco y muy pegado a la calle, aunque se les note la inexperiencia política tanto en táctica como en estrategia; pero eso es lo de menos", señala uno de los mayores. Las reuniones de la ejecutiva son "participativas, todo el mundo opina, por lo que es completamente falsa la idea de que esto es Jardilín o Juvenalia", señala un responsable de federación miembro del grupo de la dirección en calidad de vocal, es decir, sin un área de responsabilidad. Esa precisión la realiza por cuanto que en un primer momento dentro de su propio partido se aludió a la juventud y falta de experiencia de poder de la nueva dirección del PSOE. El secretario general procura tener contacto con todos, aunque empieza a reconocer que no le llegan horas al día para "hablar con los miembros de la anterior ejecutiva, para intercambiar puntos de vista con los parlamentarios, para tener contacto con el personal que trabaja en la sede federal", señala con cierto apuro una persona de su gabinete.

Eso sí, los empleados de la sede federal del PSOE de Madrid, la mayoría militantes, se han llevado una agradable sorpresa al coincidir con su secretario general en el único comedor de la casa a la hora del almuerzo y en la cafetería por la mañana "con el café y el bollo".

La paz interna dentro de la casa no es un asunto que afecte a los ciudadanos, pero sí es relevante por el clima de trabajo en el que se desenvuelven los nuevos ejecutivos. La mayoría sólo había pisado la sede de la calle de Ferraz de Madrid de visita.

Unas decenas de personas que trabajaban en el PSOE temieron por sus puestos cuando, el 23 de julio, el congreso votó a Rodríguez Zapatero y a su ejecutiva. Efectivamente, el nuevo equipo no ha renovado el contrato a 35 personas que desempeñaron su tarea con miembros de la anterior ejecutiva. Continúan los 160 empleados de plantilla, la mayoría militantes, y hay 40 nuevos contratados. Pero no todos los miembros de la ejecutiva han llevado a personas de su confianza a sus secretarías; algunos llegaron al grito de "aquí no cambia nada". "Por primera vez se ha igualado la edad de los dirigentes a la del personal de la casa", señala uno de los técnicos que procede del anterior equipo, que ha visto mucho y que reconoce "el buen clima".

En el tránsito, no obstante, ha habido algunos gestos poco elegantes con personas de las que se ha prescindido con pocos miramientos respecto a su historia y a su contribución en los tiempos duros. Pero esos afectados se han ido en silencio conscientes de que no hay clima para la denuncia en un ambiente general favorable. "Su discreción la transforman en un último servicio", interpreta un veterano de la casa.

Las razones de la paz interna, el apoyo general y el margen amplio de confianza ante medidas o posiciones que no se entienden muy bien se explican, según coincidencia de numerosos interlocutores de las federaciones y de los grupos parlamentarios, por las "ganas poderosas de que acierten". "Todos los congresos desde 1990 se han vivido como una auténtica desgracia; por primera vez, los delegados salieron cruzando los dedos con el deseo de que esta vez salga bien", señala un ex ministro. "Todos queremos ser mayoría, no queremos ser de ninguna facción", asegura un veterano de lo que antes se llamaba guerrismo y ahora no se reconoce bajo esa etiqueta salvo que signifique "el afecto y respeto a Alfonso Guerra".

Desde el lado de la actual ejecutiva, y éste es otro cambio notable, no hay "prejuicios" respecto al guerrismo. "Miramos uno a uno a quienes eran o son guerristas y sólo vemos excelentes políticos y muy buenas personas". Este ejecutivo cita en primer lugar al presidente extremeño, Juan Carlos Rodríguez Ibarra, "por ser uno de los preferidos".

A esta clima, desde el primer momento contribuyeron decididamente los perdedores del congreso: Rosa Díez, Matilde Fernández y José Bono. En la actual ejecutiva sólo hay palabras de elogio para los tres y muy singularmente hacia el presidente de Castilla-La Mancha, para quien José Luis Rodríguez Zapatero tendrá un "agradecimiento eterno por su actitud generosa", según personas del entorno del secretario general.

Esta "predisposición colectiva" a que todo vaya bien se nota en ejemplos prácticos. Hace unos meses, todo el PSOE hubiera cruzado declaraciones a favor y en contra de lo que dijo Zapatero en EL PAÍS respecto a que bajar los impuestos es de izquierda. Nada, ni una palabra, aunque a muchos se les fundieron los plomos.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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