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SYDNEY 2000

"Soy un buen chico que cree en lo que hace"

Urdangarín, el abanderado español en la clausura, hoy, de los JJ OO, se despide con cinco medallas con el equipo nacional y 52 títulos con el Barça

Leontxo García

Mucho antes de adquirir la responsabilidad inherente a ser miembro de la Familia Real por su matrimonio con la infanta Cristina y de saber que todas las miradas se fijaban en él, Iñaki Urdangarín ya era ejemplar dentro y fuera de la cancha de balonmano. Lo dicen quienes han convivido con él desde que era un adolescente. Puede asegurarse que ayer, a sus 32 años de edad, cuando sus compañeros le mantearon poco antes de subir al podio, no lo hacían por el imperativo de la situación. Era, en su retirada, una muestra de cariño sincero hacia uno de los deportistas más laureados de la historia: cinco medallas, 52 títulos con el Barcelona y ningún enemigo conocido. Urdangarín será abanderado español hoy en la clausura de los JJ OO.Ni un mal gesto, salvo algún taco esporádico y casi inaudible en situaciones de máxima calentura. Como ejemplo para los niños, Urdangarín es la antítesis de los pendencieros que entran a todas las provocaciones o del futbolista que incluye entre sus normas la de intentar engañar al árbitro o, tras ser expulsado por una entrada violenta, produce escenas barriobajeras y se despide del público con un gesto obsceno como ocurrió ayer mismo.

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Nunca fue un crack, pero siempre ha sido casi imprescindible, tanto en el Barcelona como en la selección. Juan de Dios Román lo intuyó en 1985, cuando, como director técnico de la Federación Española, envió al seleccionador, el yugoslavo Prokajak, a Vitoria "porque allí había un chico que prometía mucho". Tanto que poco después tenía varias ofertas. Eligió la del equipo azulgrana no por que ya hubiera vivido en la capital catalana, tras nacer en Zumárraga (Guipúzcoa), debido al destino profesional de su padre ni por el dinero, sino por la imagen de seriedad que ofrecía el club y por la facilidad de estudiar -acaba de terminar Ciencias Empresariales- y jugar a la vez.

Esa querencia por el orden encaja bien con su perfil como jugador: al atacar, más eficaz que deslumbrante; al defender en el centro, un valladar y capaz además de organizar a sus compañeros.

El sentido común, afianzado por muchas conversaciones sin grabadora, indica que no es nada fácil gobernar la constelación de estrellas del mejor equipo del mundo; de ahí, que Valero Rivera trabaje siempre con el listón muy alto y más palos que zanahorias, lo que ha producido no pocas tensiones internas. Urdangarín las vivió todas intensamente, pero nunca habló de ello ante un micrófono.

Según Román, esa tenacidad de gran profesional viene de lejos: "Me impresionó su entereza para luchar contra una grave lesión de los ligamentos cruzados en 1987. Y siempre ha sido un tipo cálido con los compañeros". No tanto con la prensa del corazón, que le tiene mártir: "A veces salgo a pasear con el niño para que me retraten a conciencia y me dejen en paz. Pero al día siguiente están otra vez en la puerta".

Ayer, en su última conferencia de prensa en chándal, el destino le hizo compartir mesa con uno de sus antiguos maestros, Veselin Vujovic. "Le conocí en el Barça cuando él tenía 20 años y puedo asegurar que se merece esta retirada de privilegio", dijo el técnico yugoslavo. "Quizá esté un poco cansado del balonmano, pero se le pasará en seis meses", añadió el jugador de leyenda que ahora entrena a Yugoslavia.

Urdangarín asintió: "Dejo muchos amigos. Siempre mantendré el contacto y buscaré la manera de ser útil". Preguntado por el título que le pondría a un perfil como éste, lo hizo largo: "Un buen chico, dedicado en cuerpo y alma a su profesión y que cree en lo que hace".

A su vez, Juan de Dios Román, recordó que, en junio de 1999, España perdió la lucha por el tercer puesto en el Campeonato del Mundo de Egipto contra Yugoslavia y habló sobre su continuidad en el puesto: "Anuncié que me iría después de Sydney y no suelo cambiar mis ideas. Pero también digo que el Mundial está muy cerca y conviene sopesar las decisiones". En cuanto a Urdangarín, comentó: "Fui el primer seleccionador que le convocó y ahora soy el que le despide. Es una suerte y un honor".

Tras la entrega de las medallas le tocó el turno al jolgorio general, inaugurado por los miembros de la Familia Real con besos y abrazos a todos los jugadores. Había que inmortalizar el momento, pero surgió un pequeño problema. Como la escena se desarrollaba en un sitio vedado a la prensa, no había fotógrafos. De modo que dos miembros del servicio de seguridad de Urdangarín, muy duchos ya en balonmano y comunicación, se convirtieron de pronto en reporteros gráficos.

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Sobre la firma

Leontxo García
Periodista especializado en ajedrez, en EL PAÍS desde 1985. Ha dado conferencias (y formado a más de 30.000 maestros en ajedrez educativo) en 30 países. Autor de 'Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas'. Consejero de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) para ajedrez educativo. Medalla al Mérito Deportivo del Gobierno de España (2011).

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