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Crítica:BIENAL DE FLAMENCO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Flamencos y cubanos comparten fiesta

Este espectáculo, a lo que parece, se gestó en Alemania, donde María Serrano tiene un estimable cartel. Pero antes pasó por Cuba -debido a una circunstancia vital de la propia bailaora- y de allí se trajo buen número de componentes para su compañía. El resultado es un híbrido de flamenco y son cubano, algo no rigurosamente nuevo pues como es sabido el flamenco asimiló ya en el siglo pasado una serie de cantes originarios de aquellas tierras y que en el flamenco se llamaron -y se llaman- de ida y vuelta. La rumba y la guajira son buenos ejemplos de esos estilos de procedencia americana.No estamos hablando de un nuevo experimento, uno más, de fusión. Quizás sea más adecuado hablar de que se trata de utilizar la riqueza musical de ambos géneros, a veces alternativamente, a veces en un revoltillo no exento de cierta confusión. Puede ser que estemos oyendo cante flamenco y los cubanos lo bailen a su son, y a la inversa, que los bailaores flamencos se conviertan en hábiles danzantes de lo afrocubano. Las coreografías debidas a Manolo Marín en lo flamenco y a Lázaro Noriega en lo cubano pretenden hacerlo todo compatible, y a veces aciertan y otras no tanto. Pero lo que sí logran es darle a todo el espectáculo un aire desenfadado y agradable, que conecta muy bien con el público y despierta en él una decidida corriente de simpatía.

Ritmo

María Serrano (baile) y Ballet Cubano de Lázaro Noriega. Cante: Juan Cantarote, Inmaculada Rivero, Enrique el Extremeño y Juan José Amador. Guitarras: José Luis Montón y Paco Javier Jimeno.Sevilla, Teatro Central, 29 de septiembre

María Serrano es bailaora de buena planta y que conoce los secretos del flamenco, siempre que no le pidamos más de lo artísticamente correcto. Lo tópico del baile lo domina, y en ocasiones hasta nos sorprende con interpretaciones muy acertadas, como ocurrió con el taranto. En él la secundó Antonio Castro Antoñete, un bailaor bastante irregular, que sin embargo tiene mucha presencia en el escenario. El cuadro de baile, con algunas japonesas en él, de calidad. En cuanto a los cubanos, demostraron esa especial facilidad que tienen para adaptarse a toda clase de ritmos y de paso ganarse el favor y el fervor de la audiencia.

Habría que reflexionar sobre el entusiasmo de estas gentes que trabajan fuera de nuestro país, e incluso que no son de nuestro país, como ocurre con los cubanos. Un entusiasmo que tantas veces echamos de menos en las producciones propias de aquí, que por añadidura suelen tener ayudas más o menos considerables. Quizás agrupaciones como la de María Serrano no ofrezcan el mejor flamenco imaginable, pero lo pasean por el mundo con dignidad y orgullo. Ahora pretenden darse a conocer en España, y mi impresión personal es que les está costando bastante. Pero aquí se han reforzado con cantaores y guitarristas de calidad, y si logran ser reconocidos por nuestros públicos seguro que van a llevar sus aspiraciones mucho más arriba.

Bienvenidos sean, pues, María Serrano y estos cubanos que derrochan entusiasmo.

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