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El PSOE dice que de "dulce derrota" ha ido a "derrota sin paliativos"

Una fuerte autocrítica hacia su propio pasado y el firme propósito de enmienda para el futuro, son los rasgos fundamentales de la ponencia marco del 9º Congreso de la Federación Socialista Madrileña (FSM), a celebrar en el próximo mes de noviembre. El texto fue sometido ayer a la aprobación de la ejecutiva regional. En lo organizativo, el documento aboga por el sistema de elecciones primarias, las listas abiertas y la limitación de mandato, en la misma línea que el 35º Congreso Federal del PSOE.Todo se ha hecho mal. O casi. Y hasta lo que, tras la victoria electoral del PP en 1996, fue "una dulce derrota" -según expresión acuñada por Felipe Gon-zález-, es ahora, tras las elecciones de 2000, una "derrota sin paliativos", según la ponencia marco que ha coordinado la presidenta de la FSM, Cristina Alberdi.

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Los socialistas, decididos a acabar en su próximo congreso con las divisiones internas

Muda el tiempo a las personas. Y muda las valoraciones. Los socialistas madrileños abordan una nueva etapa, la que se abrirá tras el congreso de noviembre, desde la más dura autocrítica. No por otra cosa, a lo largo de toda la ponencia marco hay continuas referencias al espíritu del 35º Congreso Federal. No se va a crear el nuevo socialista con el barro del socialista viejo. O al menos eso defiende la ponencia.Se trata de echar abajo lo que el mismo documento tacha de "rémoras que han condicionado el trabajo del PSOE y de la FSM". ¿Y cuáles son? Están, dicen, dentro de la propia organización. "Los socialistas", escriben los redactores del documento, "hemos dado la imagen de estar más volcados en los asuntos orgánicos, internos, que en una actitud aperturista y de proyección en la sociedad".

No habla de personas concretas, pero, en su afán flagelador, el texto critica y reconoce que, al margen de la "imagen distorsionada de los socialistas debida a algunos escándalos de corrupción", han sido el PSOE, a nivel nacional, y la FSM, a nivel regional, los responsables. Ellos son los que "han proyectado hacia la sociedad más una imagen de división y de enfrentamiento interno que de cohesión y pluralidad". Hasta a lo personal se extiende la autocrítica. Y por eso se critica también que se haya proyectado "más la imagen de una pugna basada en los nominalismos y en la disputa de espacios de poder que de un debate político y riguroso sobre proyectos al servicio de la sociedad".

Tanta crítica roza casi el masoquismo. Y siempre con la mira puesta en las enseñanzas del 35º Congreso Federal, celebrado el pasado julio. Se asumen las mismas críticas y los mismos diagnósticos. Por ejemplo, en el texto se recoge exactamente lo que dijera el cónclave federal: "En los últimos años, el partido socialista ha pasado la mayor parte del tiempo en el ensimismamiento, pendiente de sí mismo, desconectado de la realidad".

Hasta las propuestas de futuro van teñidas de ese evangélico sentimiento de culpa: "Deberemos desarrollar una federación capaz de superar las divisiones internas, en la que el respeto al pluralismo se conjugue con la cohesión y en la que se permita el trabajo de los militantes en el marco de la defensa de nuestro programa". Y más: "Es hora, por tanto, de abrir una nueva etapa en la FSM. Si en los últimos años un alto porcentaje de los esfuerzos desarrollados por los militantes se ha dedicado a cuestiones internas, es el momento de generar un impulso político que posibilite una radical inversión de esta tendencia".

No todo es negativo, sin embargo. Mayor optimismo se puede apreciar en el análisis de la política de pactos con Nueva Izquierda y con IU. El resultado es positivo: mayor número de concejales y diputados regionales y recuperación del voto.

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