Pánico en el avión que llevó al Madrid a Colonia
Al comandante no se le erizó ni uno de los pelos de su blanca barba cuando rebajó la velocidad de los motores y el avión pasó de 37.000 a 20.000 pies en dos minutos. El altímetro del Boeing 757 repiqueteaba. Los dientes de más de un jugador del Real Madrid también. El equipose dirigía ayer a Colonia, para enfrentarse mañana al Bayer Leverkusen en Liga de Campeones. Y a mitad de camino, entre Barajas y el aeropuerto de Duseldorf, una luz de emergencia se encendió en la carlinga de la nave anunciando una caída en la presión atmosférica de la cabina.El comandante del avión, José María González Baeza, un madridista de rancia afición, había llevado al equipo en más de un viaje durante la temporada pasada y en ese momento charlaba con los jugadores en la popa del avión. Le informaron del fallo y regresó a su asiento como un tiro.Echó mano a los controles de la nave y a la altura del Valle del Loira hizo que la máquina vibrara en un descenso dramático. "Hemos tenido un problema y la cabina se ha despresurizado, así es que vamos a bajar a una altura de 6.000 metros donde hay más oxigeno para evitar que caigan las mascarillas", informó el comandante.
Las mascarillas al fin no cayeron pero sí se mantuvieron encendidas las luces de emergencia y las que recomendaban permanecer atado al asiento.La voz de González Baeza continuó: "Seguiremos hasta nuestro destino a esta altura sin más inconvenientes. El problema no reviste ninguna gravedad. Es más, ahora podrán ver mejor el paisaje... a su izquierda tienen París". Y ahí estaba París, la plaza de Trocadero, el campo de Marte, Montmatre, la Torre Eiffel y el Sena. Se veía con todo detalle la orografía de Francia. "Sólo sufriremos un retraso de tres minutos", explicó más tarde el comandante. "Todo se debió al fallo de un ventilador en la bodega del avión; ha entrado aire y la cabina se ha despresurizado".
La falta de presión atmosférica artificial a 11.000 metros de altura provoca una caída en el nivel de oxígeno en la sangre que, de persistir, desencadena la muerte. De ahí la luz de alarma. Una luz que no se encendió en el avión privado del célebre jugador de golf Payne Stewart, que murió en esas circunstancias el año pasado, cuando sobrevolaba Estados Unidos. Un accidente extraordinario por lo infrecuente, que ayer distó mucho de producirse en el vuelo especial 5008 de Iberia que trasladaba al Real Madrid.
Los jugadores del Madrid, algo pálidos, se bajaron maldiciendo en la plataforma del aeropuerto de Dusseldorf. "¡Estoy acojonado, macho!", ponderó Tote. "Se me han acelerado las pulsaciones", contó César, el portero.Raúl pasó impertérrito bajo su pátina de gel para el pelo, quizá sin pensar en su ya casi curada lesión muscular en la espalda. Munitis murmuró algo inteligible. Y Helguera, que viajó en la cabina del piloto para relajarse un poco, entendió que su paciencia pronto encontraría un límite. No consigue superar su desconfianza hacia los aviones. Y que preferiría volver a España "en autobús".
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