_
_
_
_
_
Tribuna:AUTOMOVILISMO Gran Premio de Estados Unidos de Fórmula 1
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Seguro que les ha gustado

Seguro que a los norteamericanos les habrá gustado. Una carrera llena de incidentes, de adelantamientos de todo tipo, con emoción hasta el último momento, incluida la salida de pista de Schumacher a menos de tres vueltas para el final. Un guión perfecto para un domingo en las carreras, en Indianápolis.La fórmula 1 había ido languideciendo en Estados Unidos víctima del aburrimiento. Desde que abandonara el viejo circuito de Watkins Glenn, cerca de Nueva York, el periplo del circo por recorridos urbanos -desde el playero de Long Beach al casi subterráneo de Detroit- había ido degenerando en una serie de carreras inconsistentes, un simple desfile de bólidos sin el menor sentido del espectáculo. Justo lo contrario de lo que se entiende por entretenimiento al otro lado del Atlántico. Así, en 1991 se celebró el último Gran Premio de Estados Unidos en un lugar tan exótico como Phoenix, en Arizona.

Durante toda la década pasada se buscaron fórmulas para atraer al mercado norteamericano a la fórmula 1. Se dijo incluso que nunca entraría en el rigor de una carrera al estilo europeo. Se insinuó que debían introducirse nuevas reglas sólo para este fin. Finalmente lo único que ha hecho falta encontrar un circuito. La decisión de crear un trazado específico para la fórmula 1 dentro del oval, manteniendo las tribunas e incluso una de las curvas, ha resultado ser la solución. No ha hecho falta nada más. Vista la emoción y los muchos adelantamientos que ayer se produjeron, ahora cabría preguntarse si no son algunos circuitos europeos los causantes, a veces, del aburrimiento.

Pero es que, además, la carrera acabó con el triunfo de los bólidos rojos de Maranello, el símbolo por antonomasia de este deporte, y Michael Schumacher obtuvo su victoria número 42, con lo que supera a Ayrton Senna. Y algunas de las imágenes que se produjeron ayer en la mítica pista oval, testigo de la historia del automovilismo, son de las que crean afición, como la de los mecánicos de Ferrari con sus monos rojos recorriendo la pista frente a las tribunas celebrando el doblete.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_