España debe revisar su modelo
Los Juegos han reabierto abruptamente las distancias con los principales países de la Unión Europea
Pasado el ecuador de los Juegos, un cierto desaliento se ha apoderado del deporte español. Las previsiones hablaban de 14 a 18 medallas, cifra que todavía se puede alcanzar. Pero la primera semana en Sydney ha resultado decepcionante, sobre todo si se establecen las correspondientes comparaciones con el ámbito geográfico más cercano. Los grandes países de la Unión Europea han hecho diana en estos Juegos. En el caso de Italia y Francia se puede hablar de un éxito superlativo. Francia ha obtenido hasta el momento 30 medallas. Italia ha sumado 28. Son dos naciones que siempre han estado muy por delante de España en materia deportiva, ventaja que parecía haber disminuido en los últimos años. Sin embargo, el margen se ha ampliado abruptamente. No sólo se trata de Italia y Francia. Alemanes (28 medallas, pese a un cierto bajón respecto a los últimos Juegos), británicos (15) y holandeses (15) también están en otra órbita. Y son a estos países a los que trata de homologarse España en todas las materias, incluida el deporte.Hasta el momento, España sólo ha conseguido cuatro medallas, lo que indica un estancamiento o una regresión. Algo ha fallado en los últimos años. La situación de interinidad en la máxima estructura del deporte sólo se puede interpretar como un factor negativo. Desde la llegada al poder del Partido Popular en 1996, se han nombrado tres secretarios de Estado para el Deporte. Así resulta difícil estructurar un mensaje coherente y crear las condiciones necesarias de estabilidad en el marco del deporte.
El Gobierno tampoco ha sido capaz de articular un proyecto capaz de sustituir el modelo diseñado por el Partido Socialista antes de los Juegos de Barcelona. En este sentido, el Partido Popular se ha limitado a tramitar una idea que le ha venido dada y que corresponde a una época que se ha superado. El proyecto del PSOE tuvo éxito porque sacó al deporte español de la miseria y lo trasladó al lugar honorable que se espera de un país de 40 millones de habitantes, con un fuerte desarrollo económico y con una vitalidad social elogiada en todo el mundo.
Lo que no ha entendido el Gobierno es que aquel plan necesitaba una regeneración, el aggiornamiento que no se ha producido. Lo que valía hace diez años, probablemente servirá de muy poco en la próxima década. En los últimos cuatro años se ha observado una parálisis que contrasta con la actividad desplegada por numerosos países de la Unión Europea. Detrás de sus éxitos, ha habido una política deportiva que ha funcionado. No obedece a la casualidad que Italia y Francia estén en la frontera de las 30 medallas. Y tampoco parece casual que España sólo haya conseguido cuatro a día de hoy. Es una cosecha tan escasa que debería obligar a encender las señales de alarma.
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