"Me siento más feliz que estresada"
Marion Jones siente más felicidad que agobio ante el reto de los cinco oros, como ya adelantó su compatriota Michael Johnson hace unos días, cuando la defendió de las críticas del mítico Carl Lewis. Pero el camino hacia esa proeza se presenta lleno de espinas: falta de técnica en el salto de longitud, de práctica en el relevo 4x400, y de cohesión interna en el 4x100. Sólo el triunfo en los 200 parece relativamente fácil para ella."Me siento más feliz que estresada". Así cortó Jones las preguntas que subrayaban el berenjenal en el que se ha metido. Pero Jones necesita los grandes desafíos como el oxígeno que respira, porque de lo contrario sufriría la monotonía del triunfo anodino. Otra cosa son los factores no controlables, que transforman su objetivo en algo parecido a lo inhumano.
Tiene respuesta para todo. No corre los 400 desde la universidad: "Es cierto. Pero a mí me encantan los relevos. Y ésa es la última prueba, a la que espero llegar con cuatro oros. Eso me daría una motivación única para buscar el quinto". Salta mal, en cuanto al estilo: "Yo saltaba como una velocista. Creía que estaba corriendo los 100, y no debía ser así, porque al final llegaba cansada al salto".
Y, además, hay problemas internos en el equipo estadounidense: Inger Miller, la rival más peligrosa de Jones en 100 y 200, no corrió ayer y se marchó de Sydney alegando una lesión. Si Miller también está ausente del doble hectómetro, más fácil para Jones. Pero también es cierto que su baja se sentiría bastante a la hora de confeccionar el relevo, cuya composición es dudosa, ante las rencillas que se atisban entre ellas dos. Le pidieron su opinión sobre ese tema: "Ahora no es el momento. Mañana dormiré hasta tarde y pasaré el día con mi familia. Ya habrá tiempo para ponerse nerviosa". Quien actuó con frialdad fue la jamaicana Merlene Ottey, cuarta. Su compatriota Tanya Lawrence impidió, por una sola centésima, que Ottey, de 40 años, se colgara el bronce en su despedida olímpica.
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