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Crítica:- EL ALCALDE DE ZALAMEA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un clásico bien montado

Factura moderna

El Alcalde de ZalameaDe Calderón de la Barca. Dirección: Sergi Belbel. Intérpretes: Raúl Pazos, Jordi Dauder, Òscar Rabadán, Paul Berrondo, Pepe Viyuela, Clara Segura, Roberto Quintana, Fermí Casado, Carmen del Valle, Mònica Aybar, José Luis Santos, Camilo Rodríguez, Manuel Veiga, Pere Ventura, Isaac Alcayde, Joan Artés, Nestor Busquets, Marc Elias, Òscar Moles. Escenografía: José Manuel Castanheira. TNC, Barcelona, 21 de septiembre.

Lo que se anunciaba como una tempestad escénica de principio de temporada, la tan esperada rivalidad entre el estreno del Teatre Nacional y el de Josep Maria Flotats, al que debía asistir el presidente Aznar, quedó finalmente en un acontecimiento triste a causa del asesinato de José Luis Ruiz Casado, por quien el público, puesto en pie en una Sala Gran abarrotada, guardó un impresionante minuto de silencio. Asistieron algunas personalidades, como Marta Ferrusola o Pasqual Maragall, además de algunos consejeros de la Generalitat, como el de cultura, Jordi Vilajoana. Pero en nigún momento se respiró un aire de tensión, sino más bien de abatimiento. El estreno de El alcalde de Zalamea, con dirección de Sergi Belbel, obtuvo, al final, un aplauso cerrado. Fue, en definitiva, una velada eminentemente teatral. Y así hubiese debido ser desde el principio.

El alcalde de Zalamea es una de las obras más leídas y representadas de Calderón de la Barca, y es por eso por lo que resulta extremadamente importante que Sergi Belbel la haya puesto en escena con tanta corrección, de una forma tan nítida, dándole protagonismo a unas palabras que viste con sobriedad y elegancia haciendo que los actores penetren, con total naturalidad, la personalidad de unos personajes nada simples. Y eso sin caer en la pomposidad que ha venido caracterizando a la Compañía Nacional de Teatro Clásico con la que el TNC ha coproducido el montaje.

Un espectáculo de factura moderna, en el que la plástica, con el trabajo de José Maria Castanheira (escenografía), Mercè Paloma (vestuario) y Quico Gutiérrez (iluminación), logra desde la estilización mostrar la villa de Zalamea, en Extremadura, la aridez del paisaje, y ambientarla en la época, sin caer en arqueologismos inútiles. Resulta más interesante, por el contrario, reconocer en los rastros que han dejado en el montaje algunos de los más famosos cuadros de la época el sabor de un tiempo que con demasiada frecuencia había quedado reducido al más banal de los tópicos.Belbel ha sabido jugar todos los registros que exige la pieza, que arranca con la llegada de las tropas del rey a Zalamea, de paso hacia Portugal, con un aire que es casi de comedia y que, muy lentamente, va torciéndose de drama de amor en tragedia a causa del encendido deseo de un capitán por una moza, hija de un campesino rico, a la que acabará raptando y violando. El juicio del pueblo contra la justicia militar del rey hace que esta pieza se eleve hacia temas universales que trascienden el argumento y han permitido, desde opciones políticas opuestas, las lecturas más dispares.

Lo que ha hecho Belbel ha sido trabajar el verso de modo que no suene a sabido. Trabajarlo -pese a que son tantos los versos que nos llegan a la memoria ya con el sonsonete- sin subrayados ni remaches. Logra que suenen frescos, como inventados en el mismo momento y eso, precisamente, porque, alejando a los personajes de toda tentación de volverse arquetípicos, los dota de humanidad. Más allá de filosofías, de honras y reyes, Belbel ha buscado resaltar el drama humano.

Roberto Quintana logra dar vida a ese personaje arrastrado hacia el tormentoso dolor de la venganza que es el alcalde. Pero a su alrededor hay un equipo compacto de actores (entre los cuales muchos catalanes) que han sido seleccionados para cada papel con auténtico acierto. Jordi Dauder y Òscar Rabadán, militares; Pepe Viyuela, soldado; Clara Segura, mujer de la tropa; Carmen del Valle, la moza; Fermí Casado, su hermano; Mònica Aybar, la prima... entre todos logran crear una sensación de verdad casi cinematográfica, sin estridencias, sin desmesuras teatrales, sin ademanes ampulosos. Quedan José Luis Santos, hidalgo quijotesco, y Camilo Rodríguez, su criado, que son un estupendo contrapunto cómico. En conjunto, un trabajo que convence, sobre todo, por su sobriedad. Probablemente uno de los mejores trabajos como director de Sergi Belbel.

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