Kafka y Galván: ¡qué pareja!

Nunca se nos hubiera ocurrido un Kafka trasladado al flamenco. Es cierto que esta Metamorfosis, la inquietante historia de un ser humano que se convierte en insecto monstruoso, es más de Israel Galván que del escritor, pero ¡vaya dos que se han juntado! En cualquier caso, dudo mucho que en el flamenco haya hoy otro personaje capaz de abordar siquiera el trabajo que aquí realiza este bailaor, el más personal del panorama jondo.Galván lo ha hecho con una capacidad de invención y una creatividad realmente importantes. Desarrolla la historia en acciones alternativas, una que corresponde al insecto monstruoso y otra a su familia. Cada acción transcurre en ámbitos distintos que evolucionan paralelamente, en una solución escénica sencilla y sin embargo de suma eficacia: a medida que va reduciéndose, hasta el límite, el espacio del extraño ser, se agranda el de la familia, es decir el de la normalidad. Finalmente el ser muere y la familia, libre del problema que suponía su existencia, se entrega a celebrarlo por bulerías.

Porque la música flamenca es la que marca todo el quehacer cotidiano de la familia, mientras el monstruo se mueve al dictado de las músicas de autores modernos como Crumb, Ligeti, Kurtag, Bartok, Halffter, Nono...

Ello le da a Israel Galván el motivo para ofrecer un extenso e intenso recital de danza contemporánea en esa línea suya que yo he calificado como baile de laboratorio, tremendamente complejo y de difícil asimilación para el flamenco.

Por delante va un prólogo del que se podría prescindir, pero que nos da oportunidad para ver a Galván bailando admirablemente por soleares cuando aún no se ha convertido en insecto, lo mismo que en el acto de la metamorfosis, que se resuelve mediante un bellísimo vídeo con cantes fastuosos de Morente padre e hija.