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Quien conozca al presidente Zaplana, sabrá que no está a gusto consigo mismo si enfrente no tiene un enemigo a batir. Ahí se siente realizado y se crece. Como quiera que la calle no reacciona, que los conversos hacen cola en su despacho, que eso tampoco lo encuentra en el hemiciclo ni en toda Valencia, y cuando lo intentó en Alcoy le entregaron la alcaldía al primer asalto, se ha lanzado a buscar adversarios por los pueblos y comarcas del sur. Le aburre el despacho y quiere alicientes.Fue así como el rector Andrés Pedreño se convirtió pronto, neutralizada toda oposición natural, en la pieza favorita de su partida de caza mayor. No contaba con desatar un debate de ámbito nacional, ni en las dotes de gacela y jabalí que concurren en el académico. Así es difícil acertar.
Mientras perfila la estrategia, ha situado al socialista Diego Macià en el rol de entremés. Elche se le resiste ya por mucho tiempo, y un conflicto institucional no viene mal como excusa para dar el pistoletazo de salida. Fue el viernes, durante la inauguración de un puente, cuando ambos mandatarios se liaron a porrazos verbales encaminados a arrimar el ascua a su sardina para aclarar a los ilicitanos quién invierte más y mejor en la ciudad. Quién trabaja más por ellos. Quién los quiere más.
Como siempre en estos casos, la consigna ya ha sido convenientemente tramitada. Diputados, senadores, concejales y arribistas se han lanzado en picado contra Macià. Le piden que rectifique, lo tachan de irrespetuoso y lo acusan de poner la institución que preside y el pueblo que dirige al servicio de intereses partidistas. Ha comenzado el acoso.
Una persona muy allegada al gobierno de Zaplana me resumía así la situación: "Sin oposición parlamentaria, construida Terra Mítica, conseguida la alta velocidad ferroviaria y hasta los trasvases del Ebro, no queda más que conquistar Elche y la Universidad para consolidar el reinado y preparar la sucesión". ¡Pero si no tenemos AVE ni agua!, le espeté. "¿Y eso quién lo sabe?", contestó.
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