La venganza de la periferia
Aún tendrá que pasar mucho tiempo antes de que el fútbol español abandone sus clásicos esquemas mentales. El triunfo del Deportivo en la pasada Liga y la gran temporada europea del Valencia -el más regular de los españoles en la Liga de Campeones, al margen del resultado final- parecían augurar el inicio de una nueva etapa. Hasta que vino el verano, cuando los futbolistas descansan y los directivos se estresan, y la realidad volvió a ser colonizada por los de siempre. Durante las vacaciones, se habló de Figo, de Florentino Pérez, de Gaspart, de Redondo, de McManaman, de Overmars, de Alfonso... A los demás se los citó casi de pasada. Llegaron las vísperas del campeonato, los medios de comunicación preguntaron a los entrenadores por los favoritos y la gran mayoría se aferró al eterno bipartidismo. Sólo alguno, tímidamente, como para cubrirse las espaldas, confirió alguna posibilidad a Deportivo o Valencia.Mientras, la realidad actuaba según sus propias leyes, y, apenas el campeonato cumple su segunda jornada, una sensación de dèjá vu acomete a los aficionados. El Madrid se muestra como un equipo errático, el Barcelona se estrella en su primera salida... y, al frente de la tabla, figuran los dos equipos gallegos, una situación que no resulta nueva, porque Deportivo y Celta ya encabezaron la Liga conjuntamente durante cinco jornadas de la pasada campaña. Pero, habituados al viejo sistema, aún nos sigue pareciendo inaudito.
Por Galicia se inició, hace una década, la rebelión contra el poder establecido por el fútbol español con el Superdepor de avanzadilla. Esa fase histórica culminó el pasado mayo tras el título de Liga conquistado por el Deportivo, un equipo cuyo fútbol tal vez seduzca poco, que probablemente resulte muchas veces un tostón, pero que en sólo unos días ha vuelto a exhibir los poderes de un aspirante al título. Al Celta se le encasilla en la categoría exactamente contraria a la de sus paisanos: exquisito en su juego y poco solvente para resolver los partidos. Se tiende a olvidar que el conjunto de Víctor Fernández ha alcanzado en las dos últimas temporadas hitos europeos de los que ni siquiera Madrid y Barça pueden presumir, desde ganar al Liverpool en Anfield hasta humillar al mismísimo Juventus.
Aunque sus interpretaciones del fútbol sean distintas, Celta y Deportivo comparten la cualidad de haber asimilado estilos muy definidos que se mantienen al margen de los vaivenes en sus respectivas plantillas (el Celta, por ejemplo, ha cambiado notablemente su centro del campo). Frente a esa fidelidad a una idea que exhiben los equipos gallegos, otros se han hecho adictos a vivir en un vértigo permanente que les garantiza seguir acaparando titulares. Luego llega la competición y comienzan las decepciones. Porque no siempre gana el que más ruido hace ni el que más audiencia concita.
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