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El trabajo es lo que importa

Una médica sevillana obtiene el Premio Sanitas 2000 por la mejor formación de posgrado y su brillante currículo

El secreto está en saber cómo funcionan las cosas. Y Elisa se ha aplicado siempre a estudiar para averiguarlo. Por eso, a ella, a Elisa Cordero Matía (Jaén, 1970), le han encantado desde niña todas las ciencias; en particular las naturales. "Y sobre todo la biología", precisa.Así que el Premio Extraordinario de Bachillerato que obtuvo en 1988 y las 29 matrículas de honor que consiguió mientras estudiaba la carrera de Medicina, o el Tercer Premio Nacional de Estudios Universitarios, o el muy sevillano de la Real Maestranza de Caballería no son, en su opinión, algo de lo que deba hablarse, ni, por supuesto, "un hecho singular". "Se deben", insiste, "a que me ha gustado mucho estudiar y a la dedicación y el esfuerzo continuo que he hecho".

Para esta médica especialista en Medicina Interna, adscrita a la Unidad Clínica de enfermedades infecciosas del hospital Virgen del Rocío de Sevilla, haber sido la ganadora del Premio Sanitas 2000 no tiene tampoco importancia. "Me considero una persona normal, como cualquier otras de mi profesión; eso sí, dedicándole a la medicina, que es lo que me gusta, todo el tiempo que puedo".

El premio que ahora recibe Cordero Matía fue creado en 1996 bajo el auspicio de los ministerios de Educación y de Sanidad. Lo coordina el Consejo Nacional de Especialidades Médicas, que es el que, tras evaluar los méritos y trabajos presentados por los aspirantes, decide qué MIR (Médico Interno Residente) debe recibir cada año el citado galardón. La cuantía en metálico es de dos millones de pesetas.

Esta jienense, aunque sevillana de adopción, pues sus padres (él ferroviario y ella ama de casa) se trasladaron a la capital andaluza cuando Elisa aún no había cumplido nueve años, estudió, como otras muchas niña de la época en un colegio concertado y después en el instituto Martínez Montañés. "Soy la primera licenciada que hay en mi familia", explica para aclarar y reconocer "los muchos sacrificios" que han tenido que hacer sus padres para darle estudios a ella y su hermano José Manuel, hoy ingeniero técnico industrial.

Elisa habla inglés y francés y "un poco de alemán". Hasta tres veces ha viajado a Alemania "con beca" para hacer prácticas en este país en las especialidades de Pediatría, Cirugía y Medicina Interna. "No encontré, al menos como estudiante, mucha diferencia entre la medicina que se hacía en Alemania y la que hacemos aquí", explica cuando se le pregunta por la calidad y el nivel del sistema sanitario público andaluz.

A Elisa, que no hay manera de que cuente una anécdota o un chascarrillo que ilustre esa vida extraordinaria y brillante que ha tenido como estudiante y ahora como médica, le gusta todo. Por eso pide tiempo. Tiempo para leer, para ir al cine, para hacer deporte, para escuchar música... Sin embargo, su vida diaria es como la cualquier otra persona. "Me levanto a las 7,15 y a las 8 estoy en el hospital. Salgo a las tres y después de comer y de una pequeña siesta estudio cuatro o cinco horas; eso los días que no tengo que volver por el hospital, que son la mayoría".

Su tesis doctoral, que leyó en diciembre pasado, obtuvo la calificación de cum laude. Resumiéndola, y para no caer en lo críptico de su enunciado, puede decirse que trata de las neumonías por bacterias que contraen pacientes infectados del virus de la inmunodeficiencia humana; es decir, que Elisa trató de averiguar qué debe hacerse con estos pacientes, si han de ingresar o no en el hospital y cuál será el tratamiento a seguir.

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