Atado a la búlgara

Toda cautela es poca. Ése era el eslogan que ayer parecía guiar los afanes del PP catalán en su larga marcha hacia el giro catalanista. Y no se podían dejar cabos sueltos. Así que la dirección popular tomó una serie de medidas más propias de unanimidades a la búlgara que del anhelado centro reformista. - Urnas. Los delegados votaron la única candidatura a dirigir el PP en una veintena de urnas repartidas por el Palacio de Congresos Juan Carlos I. Cada urna recogía tres distritos o comarcas. De esta manera, el voto depositado era prácticamente un secreto a voces.

- Periodistas. Los periodistas se hallaban en una cómoda y relajante clausura, recluidos en la primera planta del Palacio de Congresos. No se permitía que circularan por el edificio.

- Blindaje antidisidencia. El reglamento del congreso del PP -cuyo contenido no ha sido facilitado-, no preveía que las enmiendas llegasen al pleno. Y en caso de que ganasen aritméticamente en la comisión, era el superior juicio del ponente el que determinaba su aceptación o posterior llegada al pleno.

- Avales para candidatos. Las firmas necesarias para presentarse como candidatos pasaron en 24 horas de 50 a 110. Ninguna candidatura alternativa le disputó el poder a Alberto Fernández, presidente revalidado del PP catalán.

- Elección de compromisarios. La gran mayoría de los 1.107 delegados al congreso del PP catalán fueron elegidos sin necesidad de asambleas, sino a propuesta de las direcciones locales.

- Votación a mano alzada. Las votaciones en el seno de las comisiones se realizaron a mano alzada.

- Enmiendas orales. Los delegados no tuvieron posibilidad de leer las enmiendas, porque éstas no fueron distribuidas a los compromisarios.