El arte de pasar página
La expresión "pasar página" la puso de moda Aznar y no cabe la menor duda de que, en parte, la ha aplicado. La limitación a la expansión fiscal del Estado es, por ejemplo, una decisión que plantea de cara al futuro la evolución política desde unas perspectivas nuevas e inéditas. Siempre los dirigentes políticos consiguen, en un determinado porcentaje, ese resultado: la política después de Thatcher pudo hacerse en contra de su figura y parte de sus programas, pero debió hacerse siempre en otro plano distinto y nuevo.Pero Aznar no ha pasado página en muchos otros terrenos, como se prueba por el hecho de que, a poco que se sienta presionado, siempre aparecen Roldán y los GAL en sus labios. Quien, en cambio, parece haberlo hecho de forma más clara y rápida, al menos en lo que respecta a su propio partido, ha sido Rodríguez Zapatero. Se ha dicho de él que con un único discurso político consiguió el liderazgo, pero quizá más importante que eso ha sido lo que ha venido a continuación, es decir, que todo el entorno de su partido aparece de forma diferente y original. Eso es tan bueno para el PSOE en un plazo medio de tiempo que incluso sus líderes del pasado, hoy desplazados, van a adquirir su dimensión precisa y justa de cara a la opinión pública. Pero aun eso es relativamente irrelevante: lo que más importa es que el ciudadano sólo puede sentirse beneficiado si, de una vez para siempre, se olvidan las contiendas retrospectivas.
La democracia es alternancia, pero ésta empieza por la competitividad. Lo peculiar de la situación creada por Rodríguez Zapatero es que se produce el espectáculo inédito de los dos grandes partidos luchando en el mismo plano sobre puntos concretos, en los cuales las diferencias no resultan tan abismales. Esto es nuevo porque no se produjo en el tiempo en el que el debate se realizaba entre Suárez y González, ni tampoco entre éste último y Aznar. Así la vida política puede convertirse en mucho más apasionante. Incluso el partido del Gobierno va a poder beneficiarse de esta situación. El peligro que le ronda hoy es, en un momento en que la lluvia fina de la prosperidad económica se ha convertido en lluvia ácida de la elevación de los precios de productos energéticos, no saber reaccionar a tiempo. A este Gobierno -que es, sin duda, mejor que el anterior-, la mayoría absoluta parece haberle producido somnolencia y cierto grado de torpeza. Más nos valdría a todos que superara ambas.
Pasar página es condición necesaria, pero en absoluto suficiente. En el nuevo panorama que parece abrirse para la política española lo que llegará a dar la victoria será el arte de proponer y eso no es precisamente fácil. Así sucede de manera especial cuando es un tercero quien resulta principal responsable de los problemas, como es el caso de los precios del petróleo. Quien está en la oposición siempre podrá ser acusado de irrealismo o extravagancia.
Además el otro peligro que amenaza a Rodríguez Zapatero es el de la impregnación. Es éste un fenómeno que se suele dar en política y que puede dar resultados positivos pero también funestos: los eurocomunistas se impregnaron venturosamente de democracia e hicieron la transición a ella, pero, durante muchos años, los conservadores británicos se impregnaron de laborismo moderado y se aburrieron en la oposición sin prestar servicio a su país.
Hoy la impregnación puede amenazar a Rodríguez Zapatero en los grandes poblemas del Estado. Sobre la reforma de las Humanidades, el Gobierno está elaborando en secreto una fórmula que no tiene la garantía de llegar al consenso generalizado que, sobre esta cuestión, debiera ser intentado. Ésa podría ser la posición de la izquierda moderada. En relación al problema vasco basta leer lo que escribió el admirable José Ramón Recalde en Crisis y descomposición de la política (1995) para darse cuenta que está a años luz de la simplicidad de Iturgaiz. En una situación dramática, como la actual, debiera intentarse una solución política que pasara desde EA al PP o que uniera PNV-EA-PSOE antes que la de PP-PSOE. Pero hacer una propuesta como ésa, con ser obvia, hoy y ahora requiere valentía e inteligencia. Veremos cómo responde Rodríguez Zapatero a retos como éstos.
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