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Sydney 2000

Retorno al espíritu del 92

Australia parece preparada para recuperar el crédito de los JJ OO, quebrado en Atlanta por la falta de perspectiva de los organizadores y un episodio de violencia

Santiago Segurola

Por encima de las razonables críticas que pueden recibir los Juegos Olímpicos como mera expresión comercial, sujeta en ocasiones a turbias maniobras, está el espíritu de una competición capaz de generar momentos extraordinarios, grabados a fuego en la memoria de los aficionados. La historia del deporte está escrita con las hazañas de Jesse Owens, Carl Lewis, Paavo Nurmi, Emil Zatopek, Mark Spitz o Nadia Comaneci, con instantes imperecederos como el salto de Bob Beamon, con derrotas gloriosas, con victorias inesperadas, con pequeños y grandes dramas. Así son los Juegos, y así funcionan para la gente y para los deportistas, por encima de cualquiera de las impurezas que los amenazan.En Sydney se abre hoy una nueva edición, marcada por la crisis que se abatió sobre el Comité Olímpico Internacional hace dos años y por el deseo de recuperar la efervescencia de Barcelona 92. Sydney dispone de todas las condiciones para lograrlo. Pocos pueblos sienten tanta pasión por el deporte como los australianos, una nación joven que adora la competición. Es en Australia donde una vez se dijo que "demasiado deporte apenas es suficiente". Es el país de Rod Laver, Herb Elliott, Dawn Fraser, Betty Cuthbert, Margaret Court, Shane Gould, Campese, Ken Rosewall, de decenas de campeones inolvidables. Con apenas 19 millones de habitantes, Australia nunca siente complejos cuando se trata de competir en el deporte. Para esta edición, sus previsiones son asombrosas. Hablan de 60 medallas, cifra que sólo está al alcance de las superpotencias.

Los Juegos regresan a Australia después de 44 años. Es una excelente noticia. Todo indica que en Sydney se puede recuperar el espíritu de Barcelona 92, quebrado en Atlanta por la falta de perspectiva de los organizadores y por un episodio de violencia que añadió más descrédito a la edición de 1996. Por entusiasmo y dedicación, Sydney parece en condición de garantizar unos Juegos excelentes. Para el deporte español debe suponer la ocasión de consolidarse en el lugar que alcanzó en Barcelona y Atlanta. Sin figuras como Jesús Carballo, Fermín Cacho o Reyes Estévez, todavía se puede ofrecer un amplio abanico de posibilidades. Hace tiempo que se acabó con el monocultivo del fútbol. En la misma medida que se produjo un cambio político y social tras la dictadura franquista, el deporte ha alcanzado una desarrollo insospechado en los últimos años, lo que puede interpretarse como un signo de buena salud social. A España le toca confirmar en Sydney los progresos realizados, porque los Juegos sirven como vara de medir. Las previsiones son optimistas, sin caer en desmesuras. Una cifra de medallas parecida a la de Atlanta (17) sería saludada como un triunfo, por lo que supondría de certeza en la existencia de un suelo firme. De eso se trata. De pensar que el éxito se obtiene a través de una estructura sólida y no por mediación divina.

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