De Bosnia a Sierra Leona: una cascada de fracasos
La mayor misión de la ONU en Sierra Leona, la mayor de todas las actuales, es un fiasco pese a los 12.666 cascos azules desplegados. El colapso del acuerdo de paz, firmado en 1999 por el Gobierno y la guerrilla, transformó una misión de mantenimiento de paz en otra de imposición, pero sin medios ni personal militar adecuado.La ONU organizó en agosto de 1999 un referéndum sobre la independencia de Timor Oriental, ocupado por Indonesia, y entregó al Ejército de ese país (los invasores) la seguridad de los comicios. ¿Resultado?: 80.000 asesinados por las milicias proindonesias.
En Kosovo, la ONU acaba de sufrir un revés: 15 presos serbios, algunos de ellos acusados de crímenes de guerra y genocidio, escaparon de una prisión custodiada por Naciones Unidas. Hay más: en un año, ni la ONU ni la OTAN han logrado imponer la paz, ni frenar la violencia interétnica, ni crear una administración local.
El fracaso de Bosnia-Herzegovina data de 1992. Cuando estalló la guerra, el Consejo de Seguridad aprobó el envío de tropas con armas ligeras; tras la firma de la paz, en diciembre de 1995, el mismo Consejo permitió el envío de tropas de combate. ¿El mundo al revés? Ese gran fracaso bosnio tiene más nombres; en Srebrenica, una de las cinco zonas protegidas especialmente por la ONU, los radicales serbios asesinaron a cerca de 10.000 musulmanes.
Las misiones de paz de la ONU las decide el Consejo de Seguridad, donde cinco países (EE UU, Rusia, China, Reino Unido y Francia) ejercen el derecho de veto. Las resoluciones son producto de arduas negociaciones y dilaciones incompresibles; pocas veces responden a las necesidades reales, sino a la arquitectura diplomática.
Los países con mejores Fuerzas Armadas, como EE UU, son muy renuentes a enviar tropas a zonas de conflicto. Tras el fiasco estadounidense en Somalia, Washington apuesta por las salidas locales: tropas africanas para solucionar problemas de África, por ejemplo. La primera puesta en escena de la teoría es el fracaso de Sierra Leona.
A menudo, los cinco países con veto culpan a la ONU de los errores que ellos provocan. Bosnia y Ruanda son sólo dos casos; nadie envió cascos azules para evitar el genocidio ruandés en 1994; todos desoyeron al propio secretario general de la ONU, Butros Butros-Gali cuando solicitó en 1996 una policía internacional para separar asesinos de víctimas en los campos de refugiados hutus en Zaire. ¿El resultado? La actual guerra de Congo-Kinshasa.
EE UU pide misiones pequeñas y efectivas. Londres propone una solución intermedia: crear campos de entrenamiento para cascos azules del Tercer Mundo. El único problema es ¿quién entrenará a las potencias en la toma de decisiones?
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