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Cuatro horas para una pregunta

Javier Fernández tuvo ayer la mala suerte de ver cómo la cola de la Oficina de Inmigrantes de Valencia se paraba a las 13.55, justo delante de él. Después de llevar cuatro horas esperando y venir de Alzira para preguntar por los formularios que necesitaba un amigo suyo extranjero, se quedó, literalmente, a las puertas. "Perdone, no puede usted pasar", le espetó un agente de la Guardia Civil. Pese a que quedaban unos minutos hábiles, no pudo ni hacer la pregunta, ni presentar un recurso, ni siquiera logró recabar la identidad del agente, pese a la facultad legal que permite identificar a los funcionarios públicos. "Venga a las dos de la mañana y no tendrá problemas", afirmó para zanjar la cuestión, antes de cerrarle el acceso a él y la nutrida hilera de personas que se agolpaban a sus espaldas.Javier se presentó en el edificio que ocupa la Delegación de Gobierno después de que nadie respondiera al otro lado de la línea telefónica habilitada por la oficina. La tercera posibilidad que ofrece la Administración es la cita previa, una opción que no atiende a cuestiones urgentes. Ayer, las fechas que daban los funcionarios para atender visitas era el 25 de octubre. El caso de Javier se multiplica a las puertas de la oficina de Valencia. "La Administración está superada", señaló ayer el abogado del centro de trabajadores migrantes de CC OO, Javier Botey, ante las largas colas que vuelven a formarse ante la oficina de extranjeros. Pese al final del periodo de regularización, la marea de inmigrantes que acude a solicitar permisos de residencia, trabajo, asilo, a comprobar si ya cuenta con sus papeles en regla, o simplemente a informarse, no frena. Y junto a las largas esperas, la falta de organización y de respeto. "Los funcionarios están embrutecidos de tratar a la gente como ganado humano", se lamentaba Javier.

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