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Con el hato

Los incendios que no mudan de costumbre, el agua escasa, un crecimiento no sostenido ni equilibrado y un verano repleto de tristes sobresaltos. El verano y los viajes no son el olvido. En las tierras húmedas del Norte viene a tropezar uno, por ejemplo, con un mozalbete pelirrojo y de Torrent que chapurrea el inglés, disfruta en la montaña y viaja con el hato a cuestas. Esperaba el transbordador para cruzar uno de esos bellísimos fiordos escoceses y darse una vuelta por el melancólico paisaje de la isla de Sky. Bien es verdad que un puente ultramoderno une la isla al resto del territorio del antiguo reino de los Estuardos, pero hay que pagar peaje y el transbordador es más barato. Las 14 libras esterlinas del puente son demasiado dinero, afirmaba el jovenzuelo en un valenciano con fuerte acento de L'Horta, y recordaba los peajes de la autopista A-7 entre exabruptos propios de la lengua histórica de los antiguos territorios de la Corona de Aragón según el eufemismo al uso. Sin lugar a dudas, el pecunio del veinteañero era ajustado, y su aspecto pecoso y pelirrojo se confundía con el de gran parte de los muchachotes de aquel retal europeo, de esa Escocia donde abunda el agua y el fuerte viento del Atlántico y el castillo que la humedad ennegrece. Como el de Torrent viajaba con el hato a cuestas, evocó de inmediato nuestros cauces secos y los incendios forestales que se dejó al salir de casa, que le hieren especialmente porque es senderista. Otra vez el exabrupto al mencionar el fuego, seguido del comentario en torno al paralelismo existente entre las tierras escocesas y las valencianas. Aquí tenemos la huerta y el secano, allá las Highlands o tierras altas casi despobladas y las Lowlands o tierras bajas, superpobladas y animadas económicamente como nuestro litoral. El muchacho de L'Horta es avispado y observador. Nadie le preguntó, por poco probable, si cursó una de esas asignaturas optativas y postmodernas de la ESO que llevan por título Viajes a otras culturas. Muchísimo menos se le formuló la pregunta sobre si aprendió geografía en Tierra Mítica o por mitificar. De la mochila del pelirrojo colgaba un escudo del Valencia y el comentario rozó de nuevo el improperio al hablar del paso de Gerard del club valenciano al Barça. Luego, cuando ya subía al transbordador, indicó si nos habíamos enterado de las últimas hazañas sangrientas del grupillo de bárbaros que sobresalta a la ciudadanía al sur de los Pirineos.El pelirrojo de Torrent, sin nombre ni apellidos, vive y trabaja en L'Horta y desapareció por el fiordo. Pero es real como este verano de sobresaltos. Chapurreaba el inglés y tenía como ganas de expresarse, un rato y sin titubeos, en el valenciano de su casa mientras esperaba el transbordador. En la mochila visible cargaba sus pertenencias para el viaje; en el hato invisible, las provisiones de un muchacho responsable, abierto, culto y valenciano, que los hay. Son como la nota positiva de este verano seco y triste, con muertes y sobresaltos. En puridad, tropezar con el pelirrojo es como tropezar con esa Europa plural y multicultural donde lo que nos une es mucho más que lo que nos separa; es como la brisa fresca que despeja la tristeza originada por la irracionalidad y el fundamentalismo de esa minoría disparatada que sueña en patrias tergiversadas y tergiversadoras de la realidad de los pueblos europeos. Los pelirrojos habidos y por haber son el futuro abierto, tolerante y multicultural, aunque el de Torrent se lamentaba porque añoraba, aquel domingo de agosto, el plato de paella que cocina su padre y le sirve su madre.

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