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VUELTA 2000 Quinta etapa

Hazaña de Eladio Jiménez

El Banesto manda en la Vuelta con el triunfo en el Catí, y Zülle se siente más líder

Efectivamente, las rampas de Xorret del Catí sólo limaron segundos. Tal vez alguno más de los previstos. Pero muy esclarecedores. Son segundos que hablan. Dicen que, con José María Jiménez (ganador hace dos años en ese puerto, y ayer antepenúltimo) aparcado con sus dolores, el Banesto puede recurrir a otro Jiménez, Eladio. Más joven, también escalador -no tan espectacular-, y que gana etapas. En el historial de victorias del Catí sigue figurando el mismo apellido. Dicen los segundos que el Banesto manda más de lo que parecía. Que Zülle tiene todas las partes de su cuerpo, cabeza incluida, dispuestas a trabajar para apuntarse su tercera Vuelta. Que en la montaña sólo le resiste Heras, el mejor escalador de los que se inscribieron hace una semana. Y que Ullrich e Igor González de Galdeano, los dos protagonistas del año pasado, más Casero, andan a la defensiva. A la espera de días mejores. El resto de los favoritos se ha colocado en la segunda fila.La Vuelta paró ayer a las puertas de un hotel incrustado en un monte exiguo y a la vez escarpado de la sierra alicantina. Quedan los grandes puertos, las montañas famosas. Sin embargo, éstos, los pequeños, también cuentan. Miden el grado de explosividad de cada uno. Alex Zülle la tiene. Ayer pulió aún más su jersey oro. Nada definitivo, por supuesto. Pero sí muy elocuente. Porque la etapa otorgó al líder del Banesto lo que él más necesita: convicción. El suizo tiene fuerzas. Lo evidenció en la primera contrarreloj. La duda estaba en su mente, tan inestable. En Xorret, el cerebro de Zülle contuvo tantas neuronas como en 1997. El Zülle de hoy recuerda al que ganó la Vuelta hace tres años.

Aún puede haber lugar a las dudas. Queda mucha Vuelta. Para ayudar a resolverlas, José Miguel Echávarri, el manager del Banesto, tiene una explicación que permite intuir cuál puede ser el rendimiento de su jefe de filas en los próximos días. La teoría de Echávarri es: Induráin se fiaba de sus sensaciones; Olano, de sus pulsaciones; Zülle, de la clasificación. El suizo, si va primero, corre más. Y si además ve a sus compañeros en sintonía, se anima más. No le importa ni siquiera irse contra el suelo. Como otros muchos, se cayó en una rotonda. Quedaban sólo 12 kilómetros para el final, poco antes de llegar al puerto. Pero enlazó, se puso delante y aguantó.

Se vio tan bien que alentó a Eladio Jiménez para mover la carrera. La etapa había transcurrido con menos locura de lo que prometían los corredores del Kelme. El viento de los primeros kilómetros, la larga escapada del incansable Roscioli y la lluvia descolocaron a Belda. No pudo lanzar a Sevilla en el primer puerto, como tenía pensado, ni rematar en el Catí. Se le anticipó Jiménez.

El corredor del Banesto oyó cómo Roscioli, escapado desde el kilómetro 27, se iba apagando en el puerto. El italiano del Jazztel subía tan clavado que tenía que recurrir a un zigzag para minimizar el porcentaje de inclinación de la carretera. Daba verdadera lástima. Eladio respondió a un ataque de Hervé, se encontró solo y siguió con su pedaleo vivo. En cuanto adelantó a Roscioli ya nadie le podía parar. Zülle tenía amarrados a sus cuatro compañeros de grupo (Heras, Go-tti, el lituano Rumsas y Hervé) y no había espacio. La etapa de Xorret del Catí puede ganarse con sólo unas pedaladas, muy fulminantes eso sí. En cuatro kilómetros de subida no hay tiempo para pensar ni para reaccionar en el descenso. Sólo para disfrutar si se marcha en primera posición. Para Eladio Jiménez la sensación era novedosa. Significa su primera victoria como profesional.

Él ya había despuntado en el campo aficionado. Guarda en su casa una medalla de bronce del Mundial de Quito. Pero sufrió en sus dos primeros años de profesional, con constantes problemas en la espalda que limitaban sus cualidades de escalador, con un golpe de riñón difícil de seguir. Este año ha empezado a rendir a su nivel, pese a algún infortunio, como la caída del Giro al atropellar a un espectador.

Su ataque y las rampas del 18% produjeron más efecto del que esperaba. Sirvió para apartar de la escena a algunos favoritos. Escartín, al que los segundos le van cayendo encima un día tras otro, se ha perdido. Más aún Virenque y Botero. Mal día para los escaladores del Tour. Curiosamente, los contrarrelojistas tuvieron mejor jornada. Ullrich sigue agazapado, aunque se permite el lujo de enviar a sus escuderos (Klöden el primero) a trabajar como si vistiera de amarillo. Olano volvió a ejercer de malabarista con el reloj. Subió lejos de los mejores, al ritmo de sus piernas y de las de su ayudante Carlos Sastre, pero sin perder más de la cuenta. Todavía aguanta el tirón de Zülle.

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