ENRIQUE IGLESIAS, EL LATINO QUE TOMÓ ESTOCOLMO
El cantante español despierta pasiones en su concierto en la capital sueca. Sube a chicas al escenario, baila con ellas, explota su imagen de latin lover. Es el inicio de una gira que le traerá a España en septiembre
La figura vestida con pantalones de cuero negro y camiseta del mismo color, con un borde blanco a la manera de un cinturón, emergió de la oscuridad y las brumas de los efectos especiales. Iluminado por los reflectores, de espaldas al público, girando lentamente hacia éste, comenzó a susurrar las primeras palabras de Óyeme. Fue el delirio. Nadie se acordó en ese instante de la larga espera. Enrique Iglesias, el latin lover, se ganaba de antemano la partida de esa noche, su primera noche entre el público sueco.A partir de ahí, en palabras de un crítico sueco, el Globen (El Globo) se convirtió "en un santuario de adoración del ídolo latino". Cuando preguntó al público "¿Do you all speak spanish? -¿hablan todos ustedes español?-" un clamoroso yes atronó la sala. Sin duda, una mentira piadosa (a fin de cuentas, se profería en un templo), que tal vez no lo sea tanto dentro de cinco o diez años, si esta fiebre latina que ha invadido Estados Unidos y que a los países escandinavos ha llegado en las voces e instrumentos de los músicos cubanos se afirma y perdura, como todo parece indicarlo.
Enrique Iglesias domina la escena con un juego corporal de acentuado erotismo y tanto cuando canta Rhythm divine o I'm your man como en Si tú te vas o Por amarte cautiva al público, receptivo de antemano. La temperatura de la sala varía según los niveles. Junto al escenario donde se encuentran las fans más fervorosas, que no han parado de cantar y bailar al compás de los ritmos, alcanza la cota mayor y se va atenuando a medida que se asciende por las gradas.
Cuando el artista irrumpe en el escenario para su tercer bis, a instancias de un público que se resiste a abandonar el lugar, aparece con camiseta blanca y con una toalla al cuello con la que seca el sudor. Cuando, humedecida por éste, la arroja a la multitud, es la apoteosis. La afortunada que la recoge en el aire la guardará como un auténtico trofeo.
Es la parada sueca de una intensa gira que lleva al artista español por todo el mundo. En España, tres citas: Palau Sant Jordi de Barcelona, el lunes 18 de septiembre; Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid (el día 20) y Sala Multiusos Do Sar de Santiago de Compostela (lunes 25).
Terminado el espectáculo, Enrique Iglesias concede una entrevista a este diario. Sus hombres más cercanos -Toni Sánchez, su secretario personal; Abel Tabuyo, el representante de Universal, y Rafael Notario- se esfuerzan con amabilidad en atenuar los efectos de la larga espera de dos periodistas de medios españoles que aguardan desde la tarde la prometida charla. Pero el cantante deberá resolver antes varios asuntos, además de una frugal cena que queda casi toda en el plato. Un equipo sueco del Canal ZTV, dedicado a música para la gente joven, aguarda también desde hace horas.
El turno llega a las tres de la madrugada en el todoterreno que le conduce al hotel. A esas alturas, todo diálogo resulta difícil. Pero el joven cantante es un hombre afable, algo que se nota en el clima de camaradería que reina entre sus compañeros de trabajo.
Pregunta. ¿Intenta usted transmitir algún mensaje en sus canciones?
Respuesta. La verdad es que no, yo creo que las hago para desahogarme, para expresar algo personal. Si lo que he creado le gusta al público, me siento satisfecho.
P. A los 25 años lo ha logrado todo o casi todo en su carrera ¿Hay algún plazo para parar?
R. No. En cierta forma me he casado con este quehacer, que es lo más importante de mi vida. Y como soy ambicioso, quiero ser cada vez mejor.
P. ¿Hay planes de explorar nuevas vías dentro de su música?
R. Nada en concreto, todo es bastante espontáneo. A veces maduro una idea en medio de un viaje, que luego se convertirá en un texto y una música.
Sabiendo que el periodista es uruguayo, Enrique Iglesias confiesa que es muy admirador de Mario Benedetti, del Benedetti poeta, y que tiene un libro firmado por él, aunque no lo conoce personalmente.
P. ¿No ha pensado en musicalizar alguno de sus poemas?
R. Por ahora no. Pero puede ser.
El espectáculo, cuyo inicio estaba previsto para las 19.30, comenzó con cerca de dos horas de retraso, algo insólito para la puntualidad nórdica, y que alguna prensa sueca no olvidó subrayar. No pareció importarle mucho a un público abrumadoramente femenino y adolescente, que aguantó con buen humor la tardanza. Una tardanza que tenía sus razones y de la que se dieron explicaciones. Enrique Iglesias y su elenco habían presentado la noche anterior en el Spektrum de Oslo su espectáculo. Desmontar y trasladar todo (en camiones) y volver a montarlo en el impresionante escenario de la capital sueca debió hacerse con premura.
La cúpula del Globen (El Globo) se destacaba sobre el paisaje de la ciudad en la tarde del pasado domingo iluminada por el sol del verano sueco. Desde la estación de metro próxima se veía a los grupos de adolescentes - y algunas no tanto- que habían pagado el equivalente a 6.000 pesetas para poder ver, escuchar y, en el mejor de los casos, tocar, a ese fenómeno con estampa de latin lover. Entre ellas, muchas hijas de emigrantes latinoamericanos que recuperaban por unos instantes sus lejanas raíces oyendo a Enrique Iglesias susurrar las palabras de canciones como Si tú te vas.
Todas siguieron el concierto con un sueño: ser la chica elegida cuando, en el transcurso del espectáculo, Enrique Iglesias invite a subir a una al escenario para desarrollar un juego de conquista amorosa en el que la aproxima junto a su cuerpo y mientras discurre la melodía la acaricia, la besa y la abraza ante el delirio de las fans ubicadas junto al escenario y las palpitaciones del corazón de la elegida, al borde del desvanecimiento.
Una vez acabado el concierto, en la puerta del hotel, una media docena de empecinadas fans le aguardan con el corazón en un puño. Él, tranquilo, firma autógrafos, posa con ellas para los fotógrafos.
Es el fin de una jornada que comenzará de nuevo al día siguiente. Y en los días por venir. En el corto plazo hasta llegar a España. Un reencuentro después de muchos meses, que aguarda impaciente.
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