La paloma más castiza
"¿Quién ha abierto la puerta del infierno?", pregunta una joven con una singular mezcla de simpatía y desesperación en su rostro. La puerta del infierno está detrás del escenario. Es ese pequeño espacio en el que se mueven los actores y actrices que durante el verano interpretan día tras día La verbena de la Paloma, una de las zarzuelas más castizas y más veces interpretada de la historia de la música española.Estamos en La Corrala, en la calle de Mesón de Paredes, en pleno corazón de Lavapiés. Es uno de esos días estivales en los que la frase no resulta exagerada: "¿Quién ha abierto la puerta del infierno?". Por lo menos se respiran unos cuarenta grados mientras la tarde va cayendo lentamente. Faltan unas dos horas para que comience la función, pero los miembros del reparto empiezan ya la tarea de siempre: vestirse, maquillarse y de vez en cuando soltar uno que otro do re mi propio de tenores, sopranos y barítonos.
Este año ha sido la Compañía Lírica Española la encargada de llevar a escena la verbena en Lavapiés, de acercarla una vez más al público y convertirla en una alternativa de ocio para propios y foráneos. Antonio Amengual, el director de la compañía, está feliz. Se le nota en los ojos y en esa sonrisa simpática que suelta cuando le preguntan por la obra. "Era la más apropiada para este barrio. Además, el escenario incorpora a La Corrala y se refleja claramente la plaza", dice. En efecto, los balcones de las casas se llenan de luces de colores cuando empieza la función y sus habitantes se asoman de vez en cuando, como si se tratara de improvisados figurantes. Afuera, una pintada escrita en una de las vallas que rodean La Corrala llama poderosamente la atención: "Nos quitáis la plaza y nos cobráis el espectáculo", dice.
Aun así, Amengual cree que el recibimiento del público durante la temporada ha sido especial. Casi todos los días el aforo se ha completado. "Es maravilloso hacer género lírico en este escenario. Además, aquí se unen lo cultural y lo popular sin perder la calidad. De verdad, no me esperaba que fuera tan bonito".
Lo que sí esperaba el director de la obra, acostumbrado ya a los ajetreos propios de una puesta en escena, eran los asuntos técnicos. Lo más difícil ha sido, según él, "aunar el recinto con el espectáculo" y solucionar los problemas de sonido. "Hay otras obras que bajo ningún punto de vista se podrían hacer aquí", asegura Antonio Amengual.
Mientras habla de esos aspectos (los técnicos, que casi nunca se ven), el director recuerda que el día anterior uno de sus actores tuvo que ser operado de emergencia de una apendicitis. "Afortunadamente era nuestro día libre", dice y sonríe. Otro actor ya ha ocupado su lugar.
Amengual visita la trastienda del escenario sólo para bromear con su elenco. Al fin y al cabo, ya no hay nada que ensayar y queda poco que decir, pues los dos meses de preparación de la obra han sido suficientes.
Allí, el calor arrecia. Las bailarinas se maquillan al aire libre mientras que algunos actores esperan hasta último momento para embutirse en sus trajes goyescos. La soprano Guadalupe Sánchez es uno de ellos.
No hace muchos días a Guadalupe, la seña Rita en la obra, le contaron que asaltaron a un chico del coro cuando llegaba a La Corrala. No le pasó nada, pero el susto fue tremendo. Ella, que ha actuado en muchos países y hasta ha compartido escenario con Plácido Domingo, espera no pasar aquí por la misma situación que su compañero. "Yo me lo estoy pasando fenomenal", se apresura a aclarar. A Antonio Amengual tampoco le preocupa la tensa calma que se vive en el barrio por la actuación de algunas bandas de atracadores. En todo caso, sabe que a las puertas del escenario hubo una pelea, pero nada más. Él prefiere seguir alabando las bondades del público. "Es maravilloso", insiste.
A Rafael Coloma, primer barítono, no le inquieta tanto ni el calor ni un atraco, pero sí que cuando llegue no haya sitio para aparcar. En menor grado le incomodan las casetas, que son muy pequeñas y que se convierten en auténticas saunas, "y claro, los tenores cuando ensayan", dice divertido.
Ésta es la primera vez que Coloma actúa en Lavapiés y hasta ahora la experiencia ha sido "muy interesante". "Ésta es una obra de toda la vida. No ha muerto. Yo creo que la gente se lo pasa muy bien", dice.
Por los aplausos que se oyen al terminar la función parece que Coloma tiene razón. Y las más de 100 personas que trabajan en el espectáculo esperan que siga así hasta el próximo 2 de septiembre, cuando finalice la temporada.
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