"El Gobierno sitúa al inmigrante bajo constante sospecha"
Carlos Gómez Gil nació en Madrid en 1962. Allí se crió, estudió Sociología y comenzó a trabajar en políticas de desarrollo. Hace cuatro años inmigró a Alicante con un importante currículum en materia de cooperación a sus espaldas. En 1997 asumió la dirección técnica de Alicante Acoge, organización que trabaja con inmigrantes, con el objetivo de situarla en una senda de reivindicación por la que todavía camina.Pregunta. ¿Por qué dedica tantas horas de su tiempo a estos menesteres humanitarios?
Respuesta. Yo entiendo que es un compromiso ético, una obligación moral e incluso una posición intelectual. Hay que trabajar activamente en transformar el cúmulo de injusticias sociales que hay en este mundo y yo lo hago desde la manera que creo que puedo hacerlo.
P. ¿El español medio, odia o teme al inmigrante?
R. Creo que le odia y le teme. En España tenemos pendiente descubrir y reconocer el enorme capital social, cultural y también económico, que nos viene aportando la inmigración y los inmigrantes, y su capacidad de transformación en nuestras ciudades, pueblos y sociedades.
P. Quizá lo que teman sea precisamente el cambio o la disolución de las costumbres españolas en un magma intercultural.
R. Hay un temor que tiene que ver más con un bienestar económico que con unas tradiciones o con unas costumbres. El español es y ha sido siempre un país muy permeable.
P. Acabamos de vivir en España el proceso de regularización de extranjeros. ¿Qué opina de cómo se ha llevado a cabo?
R. Es el ejemplo de una política de espaldas a la realidad de la inmigración y manifiestamente xenófoba. Además, repleta de falsedades y de inexactitudes. Muchos de los mensajes que hemos oído, incluso del propio presidente del Gobierno, para cambiar la ley, tratan de situar al inmigrante en un permanente estado de sospecha.
P. ¿Cree que en la España actual una ley de extranjería restrictiva da votos a quien la propone?
R. Sin duda. La gestión que está haciendo el Gobierno del tema de inmigración y extranjería sólo se puede entender desde una perspectiva exclusivamente electoralista, para satisfacer a un electorado situado claramente en la derecha al que hay que darle la seguridad de un bienestar hipotético.
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