La Feria de Málaga echa el telón con una avalancha de visitantes y pocos famosos
Los incidentes con arma blanca se repitieron pese al fuerte dispositivo de seguridad
Los malagueños despidieron ayer -con ojeras y dolor de pies los juerguistas y con alivio disimulado los menos- la Feria de Agosto de 2000, que ha dejado dos impresiones claras: una, que se ha visto menos famoseo que otros años, y dos, que los esfuerzos de los tradicionalistas por imponer los cánones andaluces a la masa han sido en vano. El centro es ya de los jóvenes, y la mayoría de los jóvenes van por otro lado.Claro, que todo es relativo. Porque el inicio, con el pregón de Antonio Banderas, fue todo un alarde hollywoodiense. Sí se han visto menos políticos que otros años. La ministra de Sanidad, la malagueña Celia Villalobos, y el secretario general del partido, Javier Arenas, representaron al PP. En años anteriores, el desfile de ministros fue más abultado.
Más presencia ha tenido la Junta de Andalucía. El presidente, Manuel Chaves, y los consejeros Gaspar Zarrías, José Hurtado, Magdalena Álvarez y Carmen Calvo han pasado por las casetas. Por lo demás, alguna cara conocida en los toros. Pero famosos adictos a la jarana, poco más que Antonio David Flores.
Quizá esto se deba a que la Feria de Agosto de Málaga no es un lugar propicio para el lucimiento, sino un evento dominado por la masa anónima. Y eso sí que se ha visto. En la Feria de Día del Centro Histórico, además, la media de edad ha bajado, como mínimo, 20 años. Excepto ayer, toda la semana hubo claros en las zonas reservadas a casetas oficiales, como la calle Larios, la plaza de la Constitución o la plaza de la Marina. Mucho más bullicio hubo desde el primer día en las calles de movida juvenil.
Por allí, trajes de flamenca, pocos. Más bien indumentaria informal, incluso playera; y sombreros, pañuelos y hasta pelucas. El Centro podría pasar más por unos carnavales que por una feria andaluza. Pero su público mayoritario también está más cerca de La bomba, la canción más pinchada en los nueve días festivos, que de los verdiales; y ni los intentos del Ayuntamiento por preservar la calle Larios de la invasión de músicos foráneos ha logrado cambiar este panorama.
El recinto ferial del Cortijo de Torres, que se estrenó en 1999, se ha consolidado, en cambio, como un lugar perfecto para los que llevan un rollo más tranquilo. Excepto en la zona destinada a las casetas juveniles, conocida popularmente como el infierno, donde han tenido lugar dos de los cuatro apuñalamientos registrados este año en la Feria -los otros dos fueron en el Centro-.
La seguridad era este año una de las grandes preocupaciones del Ayuntamiento, pero ni el despliegue permanente de 300 policías en las zonas más concurridas, ni el dispositivo especial que custodiaba los cotos destinados a la juventud han logrado erradicar las peleas con arma blanca.
Sin embargo, el resto del Cortijo de Torres se ha revelado como una agradable alternativa a la algarabía del Centro, al menos para quienes pasan la Feria en familia. Los toldos colocados para dar sombra en las avenidas han dado muy buen resultado, y las casetas, muchas de las cuales fueron provisionales el año pasado, han mejorado sus instalaciones y el acceso a las mismas sigue siendo libre, una de las señas de identidad de la Feria de Málaga.
En cuanto a la música, hay que repetirlo, La bomba ha sonado constantemente en todas las casetas. Incluso el alcalde, Francisco de la Torre (PP), se vio obligado a marcarse el bailecito del verano. El nuevo responsable municipal ha optado por participar en la Feria a pie de calle. Y como las visitas oficiales han sido menos que en otras ocasiones, se le ha podido ver por las casetas del Cortijo de Torres como uno más, acompañado de su esposa, Rosa Francia. Incluso pagando religiosamente sus consumiciones.
Después de la traca de 7.000 kilos de pólvora de esta noche, la ciudad vivirá un lógico letargo de, al menos, dos semanas. Políticos, hosteleros, comerciantes, feriantes y juerguistas abandonarán la calle para reposar en algún lugar tranquilo. Las polémicas sobre si terminar o no con la Feria del Centro, o sobre si conviene o no erradicar el gueto juvenil del Cortijo de Torres, se aplazarán hasta el año próximo. Feliz resaca.
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