_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Guiris

FÉLIX BAYÓNCerca de mi casa hay un supermercado de una importante multinacional que tiene un estante con un rótulo que dice: "Spanish products". No crean que en él se pueden encontrar jamones ibéricos ni magníficos aceites. Tampoco panderetas ni castañuelas. El estante está en la sección de bebidas alcohólicas y reúne lo que, a juicio del gerente, debe de interesar a nuestros visitantes. Es una insuperable muestra del kitsch dipsomaníaco.

Hay botellas de recio ponche envuelto, como marca la tradición, en papel de estaño y etiquetado con los colores de la bandera española; botellas de misterioso contenido con forma de guitarra, de bailaora o de torero, y unos botellones que simulan ser chupetes o biberones que guardan cócteles que uno imagina espesos y dulzones y que nadie en su sano juicio bebería ni aunque fuera para celebrar el final de la mili.

Supongo que estos productos tienen una clientela, porque, si no, no ocuparían todo un estante del supermercado. Por sus precios -más bien bajos- se deduce que la parroquia que se abastece de estos bebedizos no ha de tener mucho presupuesto y que si elige perder el sentido bebiendo piña colada en una botella en forma de chupete no es sólo por un arrebato de mal gusto o de infantilismo, sino porque le sale más a cuenta que hacerlo con la más barata de las ginebras.

Este tipo de oferta no resulta rara en las ciudades costeras. Es una muestra de la vigencia del turismo zarrapastroso que creó monstruos como Torremolinos y Benidorm y que tiene en los últimos años un nuevo auge gracias al despiste, la codicia o la estupidez de muchos alcaldes y de la pasividad de la Junta de Andalucía.

Pero si el turismo zarrapastroso tiene vigencia es debido a que la oferta es igualmente zarrapastrosa. Hay irresponsables que anuncian que la población de la Costa del Sol aumentará en un millón de habitantes en los próximos años y aún no existe ni un sistema de saneamiento eficaz para los que ya viven en ella, ni garantías de que haya agua suficiente para todos. Y, por supuesto, no hay la más mínima oferta cultural estable. En toda la Costa del Sol sólo hay un pequeño teatro en Fuengirola que está explotado por un bienintencionado grupo aficionado inglés.

El turista que llega a Málaga y busca algo que ver no tiene más remedio que viajar a Granada. Allí va a parar -hasta amenazar con el colapso de la Alhambra- el pasaje de los cruceros que amarran al puerto malagueño y que no dejan ni un duro en la ciudad. A la espera -larga espera- del Museo Picasso, se anuncia ya la finalización de las obras del conjunto monumental de la Alcazaba, Gibralfaro y el Teatro Romano, que deberían de haber acabado en 1992. Es evidente que la Junta no se ha tomado el asunto con muchas prisas.

Una manera de desahogar el litoral es aumentando las ofertas alternativas. A veces, los propios turistas dan ideas. Hace unos días, escuchaba las quejas de un alemán sobre la escasa información que se da sobre los restos romanos y el estado lamentable en el que se encuentran.

¿Falta de recursos? Depende. ¿Cuántos cientos de millones se gastó la Consejería de Turismo durante la anterior legislatura en aquella campaña dedicada a explicarnos a los andaluces, con sospechosa prodigalidad, algo tan evidente como que hay muchos extranjeros que viven entre nosotros y están muy contentos?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_