EN FAVOR DEL PUEBLO SAHARAUI
Tal día como hoy, los termómetros alcanzan fácilmente los 50 grados a la sombra y el aire entra como una brasa en los pulmones. La Hamada es una hostil soledad de piedra, de losas calizas y de escasas dunas. No se advierten apenas elementos de referencia, si acaso alguna acacia espinosa, que los camellos rumían con solemnidad y las cabras también, cuando no tienen ni calcetines ni cartones que devorar. "Sin embargo, los saharauis de los campamentos, no sé cómo, pero ojean hasta las más secretas señales de aquel áspero territorio". Raúl González Montero es pediatra y trabaja en la Sanidad pública. Un día abandonó su casa de Altea, su familia, y se fue con dos compañeros a la ciudad argelina de Tindouf, donde están los campamentos de refugiados saharauis. La Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui de Alicante, a la que pertenece, le sugirió la idea. Y González le dio las vueltas precisas: no era sólo cosa de auscultar niños, ni de hacer diagnósticos. Había que informarse y analizar la organización sanitaria de los campamentos.De Tindouf se trasladaron a Rabuni, el Centro de Recepción, donde se levantan algunas dependencias de la República Árabe Saharaui Democrática. Luego visitarían los cuatro campamentos -con una población cercana a los 200.000 habitantes- de refugiados del Sahara Occidental en espera del referéndum de autodeterminación, que el Gobierno marroquí se obstina en colapsar. Y allí, unos 30.000 niños y niñas se inventan los juegos de cada día y sobreviven en medio de la nada. Les acecha la deficiente nutrición, la neumonía, la meningitis, las diarreas. A Raúl González no le gustan las fronteras y menos la deserción de los sucesivos gobiernos españoles. Así lo denuncia en el proyecto de cooperación que termina ahora de redactar.
"Cuando llegué a los campamentos, percibí la generosidad de los saharauis y una gran decepción profesional". En el Hospital Nacional de Rabuni apenas había camas, existía un quirófano limpio, pero insuficiente, y residía un solo pediatra: Mohamed Ali. El doctor Mohamed Alí tiene sus manos, un fonendo, y el deseo de curar a la infancia de un mundo que se hornea en la Hamada. "Es muy difícil comprender cómo en apenas tres o cuatro horas se pasa de la abundancia donde existen leches de todo tipo a un lugar donde no vi, al menos cuando yo estuve, ni una sola gota de leche. Donde un pecho materno es casi un prodigio, un ensueño". Raúl González conoce casos de niños sepultados porque sus madres perdieron la lactancia. "Entonces, se les da dátiles triturados con agua. Y mueren cuando no les toca".
Raúl Gonzalez regresó con pocos datos y muchos testimonios. "No había registros en los hospitales, ni en los dispensarios. Sólo encontré algo donde antes se asistía a los militares, y ahora a cualquier ciudadano que lo requiera". De aquella experiencia, subvencionada por la ONG alicantina y organizada conjuntamente con las autoridades saharauis, Raúl González ha elaborado un proyecto, que cuenta con la aprobación del ministro de Sanidad, Omar Mansur. En este proyecto, se especifican dos aspectos primordiales: la formación de personal sanitario y la asistencia pediátrica, en todos los centros médicos de los campamentos. Un equipo de cuatro especialistas y varias enfermeras se desplazará trimestralmente a aquellos territorios, donde permanecerán quince días vigilando la salud de tantas criaturas. Raúl González se prepara ya: "Empezaremos en octubre o en noviembre, y nos turnaremos, en vacaciones, en el tiempo libre del que dispongamos. De todas formas hay una disposición de la Generalitat Valenciana que prevé un mes de trabajo para situaciones de emergencia y compañeros míos de otras especialidades ya se han desplazado a lugares como Ruanda. Lo que está sucediendo con el pueblo saharahui, con sus niños, es una emergencia de carácter prioritario y la Administración debe implicarse, asumiendo sus responsabilidades. Hay que recalcar que el grueso de la ayuda que los refugiados reciben proviene de otros pueblos y no de los gobiernos".
La salud es un derecho. Para procurarla, Raúl González y sus compañeros se dedicarán de nuevo al nomadeo: del aeropuerto del Altet al de Tindouf, transportando una esperanza de vida.
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