_
_
_
_
Tribuna:BICHOS DE VERANO
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ermitaño

El naturalista Risso denominó uno de los ermitaños más comunes de nuestras costas con el significativo nombre de Padiurus anacoretus. Y, en realidad, cuando extraemos uno de estos cangrejos del interior de la concha, nos sorprende su cuerpo pálido, sus ojos saltones, su morfología endeble y fofa, como si el hecho de haberse retirado en su cueva lo hubiese deformado de una manera irreversible, como al jorobado de Notre-Dame los estrechos pasillos y vericuetos de la catedral. La función crea el órgano, decía Lamarck, y en el ermitaño es impresionante observar cómo una parte del cuerpo (generalmente la derecha) se encuentra mucho más desarrollada. Ello se debe a que habitan conchas dextrógiras (cuyo eje de rotación gira hacia la derecha), lo que facilita el crecimiento de esta parte del cuerpo, hasta el extremo de presentar la pinza diestra de tamaño casi cuatro veces mayor que la izquierda. En realidad, el ermitaño es algo así como el anacoreta manco de la naturaleza, un ser que vive con algo de sorpresa su propia singularidad. Cuando la caracola se le queda angosta, busca otra concha, generalmente mucho mayor de lo necesario, previendo de este modo su futuro desarrollo. Y, entonces, se produce uno de los momentos claves de la vida de este crustáceo eremita: como quien se desprende de un hábito que se ha adaptado lentamente al cuerpo, el cangrejo realiza extraordinarias contorsiones, desenrollando su propia espiral, y abandonando después de múltiples intentos su antiguo hogar. Este paso de una concha a otra, en el que su indefenso cuerpo se encuentra a merced de todos los depredadores, constituye uno de los momentos memorables de la vida de cualquier ermitaño. Una vez reinstalado, sus ojos reflejan claramente alivio y felicidad.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_