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CULTURA Y ESPECTÁCULOS

MARÍA BAYO TRIUNFA EN SALZBURGO

La soprano ha sido la triunfadora en un 'Così fan tutte' de estética 'psycho-killer' firmada por Neuenfels que ha tenido mínima contestación.

. Hace dos años fue Cherubino en Las bodas de Fígaro. El pasado encarnó a la Zerlina del Don Giovanni. Ahora, María Bayo triunfa en Salzburgo incorporando a Despina en Così fan tutte, último fruto de la milagrosa colaboración entre Mozart y el cura libertino Lorenzo da Ponte. Ninguna cantante española en la historia de este festival había conocido un privilegio tan redondo. Por supuesto, Bayo está encantada de la vida.

"Este año tenía que repetir en el papel de Zerlina, pero Gérard Mortier me pidió que fuera Despina en esta nueva producción de Così. Creo mucho en Mortier y le dije que adelante, aunque es la primera vez que canto esta parte. Y en Salzburgo, nada menos".

Nada menos. María Bayo sí había cantado antes el papel de Fiordiligi, una de las dos amantes confundidas en el cínico cambio de pareja que escenifica esta obra (papel que, por cierto, retomará en España a las órdenes de Víctor Pablo). Quizá por ello miraba a Despina, la sirvienta de las mil triquiñuelas, un poco por encima del hombro. Ahora ha cambiado de parecer. "No me gustaba la idea de Despina como soubrette, como chica ligera de cascos, que es como se presenta habitualmente. Creo que es mucho más profunda que eso, más inteligente incluso que el propio Don Alfonso porque se halla más apegada a la realidad. Ella es quien mueve los hilos de toda la historia".

En Salzburgo, María Bayo ha encontrado plena libertad para desarrollar el personaje en esa perspectiva. Y eso que este Così venía cargado de suspicacias respecto a un buen entendimiento con la dirección de escena. La rompedora concepción de Hans Neuenfels motivó que Claudio Abbado abandonara el proyecto, y con él lo hizo también Ruggiero Raimondi, que debía dar vida al viejo filósofo Don Alfonso, alter ego de Da Ponte en la obra.

"Me ha sabido mal no poder trabajar con ellos, pero yo debo decir que en esta producción me he encontrado muy a gusto. Pese a la fama, Neuenfels es muy respetuoso y flexible con los cantantes, te deja libre para que interpretes el personaje como lo sientes. Despina es para mí el personaje que sale mejor parado en su arriesgada concepción de la obra".

Arriesgada, ésa es la palabra. María Bayo cree que Salzburgo ha de ser el lugar del riesgo, de la experimentación que abra ideas al resto de escenarios del planeta. De acuerdo. Pero llegados a este punto, el entrevistador debe cambiar de chaqueta y vestir la del crítico. Y al hacerlo ya no comparte tanto el entusiasmo de Bayo.

Desde luego, este Così no ha provocado las iras que acaso Neuenfels y el propio Mortier esperaban. Algún abucheo suelto es muy poco cuando lo primero con que te topas es con un Ferrando y un Guglielmo, los dos ingenuos amantes, vestidos con delantalitos a cuadros haciendo la limpieza. Más adelante, en el momento cumbre del aria Come scoglio, surge Fiordiligi como un ama sadomasoquista, con dos tipos con cara de perro encadenados a sus pies, tocados con taparrabos de piel y profusión de correajes. Por si no bastara, una filmación llena una enorme pantalla de fondo de asquerosos gusanos salidos de una manzana. Eso cuando no intervienen unos gremlins vestidos de rana en el momento en que Don Alfonso canta que la fidelidad de las mujeres es como el ave fénix, que haberla hayla, pero nadie sabe dónde se esconde.

En fin, un despropósito. Y no por la supuesta provocación, que a estas alturas quien no se ha curado de espanto es porque no quiere, sino por lo poco que todo ello tiene que ver con el fondo de la obra. Se diría más ilustración de motivos de superficie para distraer al personal, según dictado estético de Telecinco, que aportación verdadera de interpretación. Dice María Bayo que ha encontrado plena libertad para hacer su Despina. Precisamente ahí, en la escasa dirección de actores, es donde más falla Neuenfels, obsesionado como está por ofrecer la enésima imagen psycho-killer. Così fan tutte es una ópera muy especial: lo que en apariencia no es otra cosa que una obrita moral protagonizada por arquetipos sin relieve se transforma por efecto de la música de Mozart en un canto profundamente humano y desesperado.

Musicalmente, el montaje aguanta, pero eso es algo que se da por supuesto en Salzburgo. La dirección de Lothar Zagrosek ante la Filarmónica de Viena es muy viva de tiempos, pero no se descontrola nunca. En cuanto al reparto, muy homogéneo, pero puestos a matizar, mejor las mujeres (Karita Mattila, Fiordiligi; Vesselina Kasarova, Dorabella) que los hombres (Rainer Trost, Ferrando; Simon Keenlyside, Guglielmo). El Don Alfonso de Franz Hawlata juega más sobre la fuerza demoniaca y el arrojo del personaje que sobre las sutilezas y malas intenciones que cabe esperar de un viejo pensador, pero tiene interés.

DESPINA, UNA CÓMPLICE PERFECTA

María Bayo ha sido la indudable triunfadora de este montaje. A su buen hacer escénico la soprano navarra suma una excelente dicción italiana que la sitúa por encima de sus compañeros de reparto, y eso el público sabe apreciarlo. Su Despina es la cómplice perfecta de don Alfonso, el contrapunto de la realidad frente a la razón perversa. María Bayo se considera afortunada por haber podido intervenir en estos tres dapontes de Salzburgo. Caso único en una cantante española, pues Pilar Lorengar, que también cantó aquí en tres óperas mozartianas (Idomeneo, 1961; Flauta mágica, 1963; Mitridate, 1971), no gozó de un repertorio tan homogéneo."¿El futuro? De momento, otra Despina, el año que viene". No esconde que se pirraría por cantar Fiordiligi o Susanna, dos papeles que tiene suficientemente rodados. Pero de hacerlos, ya no será con su gran mentor, Gérard Mortier, sino en todo caso con su sucesor, a partir de 2002, Peter Ruzicka.

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