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PANEL DE AGOSTO

Toros bajo la Luna

Miles de personas acuden cada viernes a las corridas nocturnas que ofrece la plaza de Las Ventas

"Éste es el autobús que..."

El muchacho con la mochila azul parecía no entender nada. Miraba a su alrededor como buscando respuestas, como si se preguntara qué extraña fascinación producía en la gente aquel hombre con traje de luces que, de frente y sin asomo de temor, clavaba los ojos en un toro de más de 500 kilos.Es viernes por la noche y la plaza de Las Ventas, la sagrada plaza de Las Ventas, ha abierto sus puertas para que los veraneantes de agosto, los que se quedan y los que llegan, aprecien una pequeña novillada con picadores bajo la luz de la Luna.

"En esta época hay mucha gente que viene. Se está muy bien para las noches de calor", dice Manuel Cano, el responsable de Toresma, la empresa que ya desde hace varios años organiza esta singular jornada taurina. Y agrega: "Total, son sólo 500 pesetas. Es muy barato".

La fiesta comenzó en julio pasado, y la de este viernes era la penúltima jornada del mes. La próxima semana, los tres mejores espadas actuarán en la que, según los entendidos, será la novillada más interesante de cuantas se han llevado a cabo hasta ahora. "Y la más bonita, porque de noche los trajes de luces brillan más", comenta un aficionado.

"Sí, sí, vienen muchos turistas. Ya sabe, viene mucha gente buscando los tópicos españoles, la paella, la sangría, los toros y el flamenco", cuenta el vendedor de un chiringuito de las afueras del coso. "Pero el viernes no es el mejor día. El mejor día es el domingo por la tarde. Además, en las visitas que programan las agencias están incluidos los toros, aunque los turistas casi nunca se quedan hasta el final".A Manuel Alonso, uno de los responsables del Museo Taurino de Las Ventas, le han preguntado en varias ocasiones cuántos toreros mueren al año. "La verdad es que muchos turistas no tienen ni idea de lo que es la tradición de los toros", dice. El pasado viernes, un grupo de jóvenes extranjeras subió al autobús desde Banco de España hasta Ventas. Querían asistir a la corrida, pero no sabían cómo explicárselo al conductor. "Éste es el autobús que"...Y una de ellas posó los dedos índices sobre su cabeza como si se tratara de un par de cuernos. "Sí, sí, es éste", le dijo el conductor con aire divertido.

A las 22.30 dio comienzo el espectáculo. Unos minutos antes, el muchacho de la mochila leía una y otra vez la instrucciones de una pequeña cámara fotográfica con zoom incorporado. Aquélla era la noche de Francisco Javier Corpas, de Rafael de Julia y de Alberto Martín. Corpas, sevillano, y De Julia y Martín, madrileños. El muchacho contempló la primera corrida con ojos de asombro. Cada vez que un olé retumbaba en la plaza, él miraba a su alrededor escéptico. Y cuando el público aplaudía, se limitaba, entonces, a captar el momento con su camarita ultramoderna. No era el único. De vez en cuando saltaban por ahí un sinnúmero de flases que titilaban desde uno y otro punto de la plaza.

A vista de pájaro, el público ocupaba poco menos de la mitad del aforo de Las Ventas -23.000 personas-, repartidos por los asientos. Y entre tanta gente, en su mayoría españoles, el muchacho pasaba inadvertido. Una pareja de jóvenes, tan turistas como él, dedicaba su tiempo a exhibir todo su amor. Y los más enterados hacían comentarios: "Está claro que los que vienen aquí no tienen ni idea. Siempre están pidiendo orejas, se ve que de esto no saben nada".

Y cuando los pañuelos blancos colmaban las gradas, el muchacho, a falta de uno, miraba hacia la presidencia. La chica de al lado le preguntaba a su acompañante por qué el hombre del bigote, el presidente, parecía tan altivo. "Todos son así. Siempre se hacen los chulos", le contestó con sorna.

Lo que más pareció llamar la atención del chico fue cuando, al finalizar una de las faenas, el público se volcó en aplausos y vivas hacia el joven novillero al que minutos antes le fue concedida una oreja. Abanicos, botas de vino, bolígrafos y hasta bolsas de patatas fritas caían desde las gradas. Y su cara también mostró un gesto extraño cuando otro novillero salió a la arena y le dio la vuelta a la montera cuando ésta cayó boca arriba. "No puede quedar así porque es de mala suerte", se oyó decir entre el público.

La curiosidad del muchacho se sació en el cuarto toro. Después de observar atónito el espectáculo, guardó su cámara, se puso la mochila al hombro, se levantó y se fue. Una mujer que estaba sentada con su hijo unos pasos más allá lo miró y no se contuvo: "Siempre pasa así. Los extranjeros vienen con ganas de ver los toros, pero después se van antes del final". Ella, madrileña y vecina de la plaza, se confesó atraída por la fiesta taurina nocturna: "Es muy divertido venir en esta época. Es que suele hacer mucho calor. Aunque claro, no contábamos con la rasca de esta noche".

La corrida finalizó un poco antes de la una. El gran triunfador, Rafael de Julia, salió en hombros por la puerta grande, escoltado por una multitud, niños en su mayoría. Probablemente será uno de los protagonistas de la próxima jornada de agosto, la última que este año se llevará a cabo de noche, bajo la Luna.

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