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VERANO2000QUÉ CALOR ANTONIO ALJARILLA - CONSTRUCTOR DE INVERNADEROS

Saunas de plástico junto a la costa

El calor es su razón de ser y su fuente de riqueza. Sin el sol, Almería no aplicaría el cultivo intensivo de hortalizas bajo plástico ni existirían las gigantescas superficies protectoras contra las inclemencias del tiempo, protagonistas únicos del llamado milagro almeriense: el invernadero. Antonio Aljarilla, de 37 años, construye esta suerte de incubadoras para plantas desde los 16. Por eso conoce todo el proceso para levantar en 30 días un plástico sobre una hectárea de terreno y por eso también decidió crear su propia empresa.La temporada fuerte de trabajo va desde el mes de mayo a septiembre, fechas del calendario en las que no es difícil alcanzar los 40 grados en la provincia. "Esos meses son justamente cuando los agricultores tienen tiempo de hacer algo. Tampoco se produce en esas fechas y es cuando pueden realizar inversiones", explica. Uno de los invernaderos que su empresa levanta estos días linda justamente con el Parque Natural Cabo de Gata-Níjar, en el núcleo urbano de Campohermoso. Pero Aljarilla, que construye una media de 20 hectáreas al año, no quiere ni oír hablar de los invernaderos ilegales que proliferan en espacios protegidos y amplían sin límites el escenario del mar de plástico frente al Mediterráneo. "Yo voy donde me contratan y siempre donde se puede hacer. Los ilegales son un riesgo enorme: si se para la obra por problemas el dinero nunca llega. Es preferible estarse quieto".

Entre las labores más arduas del proceso sobresale la colocación del alambrado, donde la fuerza física para tensar el material y entrelazarlo pone a prueba a sus trabajadores, que se afanan bajo el sol.

Para él, el éxito del trabajo es cuestión de técnica: primero se "arregla" el terreno allanándolo y acondicionándolo, después se realiza la fundición y los monetes (bloques de hormigón sobre los que se colocan las columnas), seguidamente se echa la arena, a continuación se cubre de alambre y, por último, se extiende el plástico. La operación supone un precio de unas 900 pesetas por metro cuadrado de invernadero construido, aunque pueda haber variaciones en función del material elegido: barras de acero o madera a modo de columnas. También el lugar de la provincia donde se levante puede incidir en el precio final del trabajo. No en vano, municipios como Vícar, El Ejido o La Mojonera venden a 5.000 pesetas el metro cuadrado de tierra, frente a las 1.000 de la comarca de Níjar. "En el Poniente ya no hay sitio para construir y ya se están demoliendo cerros para instalar allí más invernaderos. Por eso en aquella zona el trabajo que más abunda para mí es la reforma: se echan abajo los invernaderos viejos para hacerlos nuevos o se recambian piezas", apunta Aljarilla.

Las tareas de construcción, acompañadas siempre del calor, se enmarcan en jornadas maratonianas de nueve horas de trabajo diario que incluye sábados para "cumplir" con la fecha de entrega. "Si por algún motivo no cumples con los contratos y con la terminación de obra quedas a merced del agricultor para cobrar cuando él se acuerde, o le tienes que pagar la planta porque alega que por tu retraso a él se le ha echado a perder, por ejemplo".

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