Guardiana del puerto
Guadarrama es el río y la sierra y el pueblo que recoge el nombre y la fama de esta comarca serrana y berroqueña, famosa por sus aires limpísimos que desde hace cosa de un siglo sirvieron, todavía sirven, para sacarles los colores a los pálidos vecinos de la Villa y Corte.Un pueblo tan sano que después de la última guerra se llenó de enfermos y de sanatorios, preventorios, donde trataban de recuperarse los supervivientes del hambre y de la tisis. Salpicados en los alrededores de Guadarrama, entre peñas y breñas, estos sanatorios abandonados o transformados en residencias de ancianos y hoteles tienen algo de castillos, presidios en los que el miedo al contagio y el peso de la ignorancia aislaba a los pacientes.
Los vecinos del pueblo, contagiados también por el temor, casi supersticioso, al maldito bacilo de Koch, siempre fueron reacios a emplearse en los hospitales que cambiaron la fisonomía de la zona.
Fue Guadarrama un pueblo de ganaderos, destinado a serlo de posaderos como lugar de paso, cruce de caminos y vía de acceso entre las dos Castillas, entre Segovia y Madrid. Segovianos y madrileños pugnaron históricamente desde la Edad Media por la posesión de sus pastos y de sus tierras.
A dos pasos de El Escorial y a uno del faraónico mausoleo del Valle de los Caídos, apéndice espurio de un Valle de los Reyes a pequeña escala, de Guadarrama parte el camino del Alto del León, que hace como quien dice unos días recuperó su primitiva denominación, trastocada en los posbélicos ardores de los años cuarenta cuando en recuerdo de una presunta gesta del ejército faccioso fue rebautizado como Alto de los Leones del Guadarrama.
Los zarpazos de aquellos leones hicieron mella en el casco del pueblo y sembraron la destrucción de su entorno haciendo intervenir en la reconstrucción a la prolífica Dirección General de Regiones Devastadas, cuyos infatigables arquitectos se ocuparon del nuevo Ayuntamiento y de la demediada plaza mayor que se sigue abriendo hoy al borde de la carretera, un camino que un día fue fuente de riqueza y hoy resulta un peligroso anacronismo que multiplica el tráfico rodado en el centro de la población.
La media plaza en forma de herradura levanta en sus extremos macizas y chatas torres con chapiteles de pizarra escurialense. El edificio del consistorio integrado en los soportarles está labrado en granito de la zona y corresponde a un modelo, casi un módulo utilizado en muchos sitios por el citado organismo de regiones devastadas que aquí cuadra algo más con el paisaje.
A las puertas del Ayuntamiento una placa recuerda una fugaz pero simbólica mención del Quijote cuando el caballero de la triste figura, al que no le hubieran sentado mal los aires de esta sierra, define a la etérea Dulcinea "más derecha que un huso de Guadarrama".
El arcipreste trotaconventos de Hita, don Juan Ruiz, al que le está dedicada una peña en las cercanías del pueblo, tuvo por estos andurriales uno de sus fogosos y arriesgados encuentros con un fornido especimen de esa formidable raza de serranas, gigantas que más de una vez cargaron sobre sus hombros hercúleos el desmedrado cuerpo del clérigo poeta para pasarle el puerto y se cobraron luego su peaje de carne sin que el rijoso don Juan mostrase ganas o fuerzas para oponerse.
Don Luis de Góngora imaginativo y barroco poeta posterior se pasó un par de pueblos cuando con su florido verbo se refirió a la montaña de Guadarrama como "Montaña inaccesible, opuesta en vano / al atrevido paso de tu gente / o nubes humedezcan tu alta frente / o nieblas ciñan tu cabello cano".
Estas informaciones y otras muchas las recoge el cronista en un folleto turístico de la Comunidad de Madrid que con otras publicaciones le entregan en la nueva casa de cultura, un edificio blanco y horizontal, funcional y respetuoso con el entorno del cerro que domina el pueblo y es dominado a su vez por la torre medieval de la antigua parroquia, el monumento más señero de Guadarrama que hoy acoge en su nave anexa una sala de exposiciones.
Isabel Matea, concejal de Cultura y Educación, y Eva Vázquez, técnico de Juventud y Cultura del Ayuntamiento de Guadarrama, acumulan datos y noticias sobre su villa que cuenta con algo más de diez mil habitantes censados pero alcanza en verano los cuarenta mil aunque hoy muchos chalets de las antiguas y más nuevas colonias de vacaciones se hayan convertido en primera residencia de muchos propietarios capitalinos.
La superpoblación veraniega evidencia los problemas de infraestructuras y servicios, cuenta Isabel Matea, concejal desde una reciente moción de censura que cambió el gobierno popular en minoría por una coalición de socialistas e independientes. La construcción de una variante que evite el paso de la antigua carretera de A Coruña por el centro del pueblo sigue siendo la reivindicación más urgente de los vecinos de Guadarrama, crecidos por una inmigración, china y marroquí, respectivamente encuadrada en la hostelería y la construcción y bien integrada con la población autóctona como demuestra la participación de los dos colectivos inmigrados en fiestas y en los cursos gratuitos de español para extranjeros que organiza el Consistorio.
Las casas de cultura gozan de buena salud en una localidad en la que funcionan una coral, un grupo de teatro, varias asociaciones como Culturetas que impulsan actividades de conferencias, representaciones y exposiciones y una rondalla veterana que está a punto de publicar un libro que recoge su historia narrada en cientos de anécdotas y sucedidos, una crónica imprescindible de la vida interior de una localidad a la que el turismo no despojó de sus señas de identidad.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.