Un viaje sin emociones
Poco después de que Bart, el ganador de Gran Hermano (Big Brother) en Holanda, saliera por la puerta de la casa prefabricada llevándose 20 millones de pesetas bajo del brazo, 11 nuevos concursantes se prestaban a exponer su vida ante las cámaras y los micrófonos, esta vez en los escasos metros cuadrados de un autobús. Pero El bus, la producción de Endemol que estrenará próximamente Antena 3 (y a cuya selección se han presentado más de 8.000 personas de toda España), estuvo muy lejos del éxito de su predecesora.La media diaria de espectadores de El bus fue de 600.000, la mitad de los que veían el programa pionero, que en los momentos de mayor suspense llegó a alcanzar los dos millones. En la web, los 25.000 millones de visitantes de El bus están muy lejos de los 52 millones que entraron en las páginas de GH. Con todo, SBS6 va a repetir el experimento en septiembre. Para la cadena, joven y con pocos espectadores fieles, El bus supuso un tirón importante de audiencia y publicidad.La joven Antonette no va poder cumplir su sueño de posar desnuda a cambio de una cantidad sustancial de dinero. A pesar de que fue la ganadora del premio de casi 80 millones de pesetas tras aguantar 16 semanas en una autobús escudriñada día y noche por las cámaras, ni su cara ni su cuerpo se han hecho suficientemente conocidos para que alguna revista se muestre interesada. Ni ella, ni Iwan o Tessa, que se mantuvieron hasta los últimos programas, en junio, ni Esmee -la primera en ser eliminada- han conseguido la mitad de popularidad que lograron los concursantes de Gran Hermano. Mientras éstos se han convertido en presentadores, cantantes o modelos, los pasajeros del autobús tendrán que conformarse con sus vidas grises lejos del glamour de la fama.
Aprovechando el tirón de Gran Hermano, y creyendo poder repetir los millonarios índices de audiencia que tuvo el programa, la productora de John de Mol lanzó en febrero El bus, otro culebrón que dejaba al desnudo cada segundo de la vida de los concursante. Sin embargo, el programa pasó sin pena ni gloria por las pantallas de Holanda. Emitido por una cadena dirigida a gente joven (SBS6), El bus sólo logró captar la atención de los quinceañeros y los grupos de menor nivel sociocultural, según algunas encuestas.
En esta ocasión, la casa con jardín del Gran Hermano se convierte en un austero autobús de 13,5 metros de largo, dos y medio de ancho y dos pisos: arriba, una cama de cinco metros para dormir en batería; abajo, la sala de estar, una ducha, un servicio que se atasca a cada minuto y una pequeña cocina. Para compesar la sobriedad calvinista y los escasos metros cuadrados del vehículo se permitía a los concursantes tener contacto con el exterior: dos minutos diarios de llamadas por turnos y media hora de chat con sus admiradores a través de Internet.
Además, para ganar su sueldo, parte de los participantes tenían que salir a realizar tareas diarias, tales como montar bicicletas en una fábrica, pintar un edificio, sacar brillo a los asientos de un estadio de fútbol o limpiar cristales. Al final de la jornada, acompañados siempre de las cámaras, disponían de una hora para realizar las compras con el dinero que ganaban. Mientras, la mitad más uno de los concursantes permanecía en el vehículo, que se aparcaba cada semana en una ciudad diferente, haciendo las labores de la casa.
Buscando variaciones que lo distinguieran de Gran Hermano, los guionistas de El bus invirtieron el sistema de nominaciones. Primero votan los espectadores a través de la red o telefónicamente, pero la última palabra para decidir quién abandona el vehículo la tienen los propios participantes.
Según Henri Beunders, un profesor de la Universidad de Amsterdam autor de un libro sobre la conmoción social y mediática que causó Gran Hermano, la razón del poco éxito de El bus se debe, en parte, a los pocos ángulos que ofrece a las cámaras el autobús. La crítica más compartida es la pérdida de espontaneidad de los concursantes.
Al calor de la fama de los participantes en Gran Hermano, miles de personas se presentaron al casting de El bus en Holanda. Abrumados por la respuesta, los organizadores tuvieron que hacer un llamamiento para que los candidatos dejaran de enviar cartas.
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