El aplauso decisivo
Si los aplausos fueran la medida del éxito, José Luis Rodríguez Zapatero habría quedado investido nuevo secretario general del PSOE ayer por la mañana, al concluir su intervención y antes de producirse las votaciones. En segundo lugar habría quedado José Bono, seguido por Rosa Díez y, con los aplausos más tímidos, Matilde Fernández. El vencedor, en aplausos y en votos, reivindicó "la confianza, la autoestima, la identidad, la ambición de futuro y de victoria" del PSOE. El segundo hizo un discurso de candidato a desbancar al Partido Popular del Gobierno, lo tituló incluso "una dirección para la victoria electoral". La tercera en votos, aunque con menos aplausos, Matilde Fernández, optó por reivindicar las esencias de la izquierda. "En los últimos años no hemos sabido estar a la altura de nuestras siglas", dijo la candidata guerrista. Más aplaudida, pero al final con menos votos, Rosa Díez hizo un emotivo discurso de quien se sabe perdedora pero no se resigna. "Daré mi voto al que tenga la mayoría y gratis", enfatizó para subrayar que no era candidata por buscar "un asiento" en la dirección del partido.Zapatero fue el último en intervenir y el único que se ciño a la media hora que todos tenían adjudicada. Tomó la palabra justo después de que Matilde Fernández dijera a los delegados que el PSOE había "perdido el norte" y había caído en la complacencia hacia las "fuerzas conservadoras financieras, empresariales y mediáticas"; después de que la tercera candidata en intervenir reivindicara el aparato de los años 70 y defendiera más sector público para reducir las desigualdades y desbancar al PP.
Justo después de los moderados aplausos de despedida a la candidata guerrista, Zapatero subió a la tribuna para proclamar: "No estamos tan mal, tenemos muchos apoyos, alcaldes, presidentes de comunidades autónomas. No tengo la sensación interna de ninguna crisis. Y el lunes estaremos mejor que hoy".
El optimismo de quien quiere ganar pero no tiene el triunfo en las manos acompañó la intervención del diputado leonés. Agradeció el voto a los ocho millones de españoles que optaron por el PSOE el 12 de marzo, agradeció a las federaciones socialistas haberle escuchado en la gira de estos meses de campaña por la secretaría general del PSOE, y agradeció a los delegados que estuvieran allí y que votaran, lo que quisieran, lo que consideraran mejor para el PSOE. Les dijo que no eligieran "la opción menos mala", y se comprometió a acometer una "cambio tranquilo" con un "baño de modernidad" en el caso de salir vencedor. Apostó por hacer política como se escribe la poesía, "con inspiración, sensibilidad y trabajo".
Zapatero pidió "el voto, el compromiso y el afecto" de los delegados. El afecto se lo dieron allí mismo, con los más cerrados aplausos. Los votos, aunque por un margen muy estrecho, muy pocas horas después. Para el compromiso habrá esperar a que se forme la ejecutiva federal y a la recomposición del PSOE como alternativa futura de Gobierno.
Para salir de la crisis, Zapatero apeló a "las raíces". "Sólo te creen si defiendes lo que has sido y lo que eres", sentenció como colofón a una defensa de los Gobiernos socialistas y de la figura de Felipe González. Las cámaras de CNN+, que retransmitieron en directo las intervenciones de los cuatro candidatos, enfocaron entonces a Felipe González, quien no varió el gesto serio y adusto con el que seguía las intervenciones pese a que ése fue uno de los momentos en los que los aplausos interrumpieron la intervención del diputado leonés.
De política, si ésta se entiende como la defensa de propuestas concretas, Zapatero habló poco. Defendió una "España distinta, plural, más amplia,más laica, más solidaria y más justa". Sí habló de política si ésta se entiende como la capacidad de conectar con el auditorio y transmitirle ilusión y confianza en que todo irá mejor. "Estaré cerca de vosotros y, especialmente, de aquellos que se sienten jóvenes, de quienes quieren cambiar e innovar y no sienten miedo al arrojo", les dijo a los delegados. Después les prometió que, de ganar, pondrá el partido "al servicio de los más débiles y de los intereses" de España, y que hará política con "humildad".
Contra el PP lanzó pocos dardos, pero uno fue directo a la llaga. Después de "agradecer" -una de las palabras que más utilizó- la presencia en el congreso socialista de José Asenjo, el vicesecretario general del PSOE en Andalucía al que ETA intentó asesinar el miércoles, le dijo a Aznar dos cosas. La primera, que el PSOE no iba a utilizar el terrorismo como argumento de oposición, tal y como hizo el PP a los Gobiernos socialistas. La segunda, que el Ejecutivo está obligado a "dar una explicación a la sociedad" por lo que está pasando, de la oleada de atentados, por no transmitir más confianza, por no tener un plan activo de paz y por no consolidar la unión entre los demócratas. Fue su arranque como líder del primer partido de la oposición.
José Bono, el segundo en internvenir, el segundo en respaldo en votos de los delegados y el segundo más aplaudido organizó su discurso como un plan estratégico para lograr " la victoria electoral" al Partido Popular. Dijo que "ejemplos como la concentración de San Millán de la Cogolla ponen de manifiesto que, para el PP, España sigue siendo una unidad de destino en lo electoral". Después criticó, por "extravagante", que el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, sea el candidato a lehendakari del PP. Y advirtió al Gobierno que el PSOE que él pretendía liderar no pasaría "por alto el comportamiento de Aznar, que es capaz de ir a dar el pésame a Vitoria por el asesinato de Fernando Buesa y a los 20 días pedir al PSOE, en un mitin en Valencia, que se aclare sobre si está o no con los que ponen las bombas".
Bono, en todo caso, admitió al final de su intervención que "el PP ha ganado las últimas elecciones por mayoría absoluta no porque le hayan votado los ricos sino porque lo han hecho gentes de todas las clases sociales más que al PSOE".
Para ganar el PP, Bono reclamó del PSOE que él quería dirigir disciplina y discurso unitario. "Que los dirigentes dirijan, los cuadros encuadren y los militantes militen, que donde haya que gobernar se gobierne y, donde no, se haga oposición, y que perder las elecciones y pasar a la oposición no sea un billete de vacaciones para cutro años".
No olvidó reivindicar su experiencia de gobierno en Castilla-La Mancha, que preside desde hace 17 años, como elemento a favor de la victoria que devolvería el poder al PSOE. "No siempre es mejor navegante el que más olas provoca sino el que antes llega a puerto", resumió. También reivindicó ser un hombre del partido, que sabe valorar la importancia de las siglas, la marca PSOE como "proyecto colectivo", y no ser un novato en política, ahora que hay "una verdadera inflación de los nuevo".
El presidente castellano manchego, en un discurso de quien espera llegar el primero, les dijo a los delegados que el objetivo de este congreso no es "ganarnos a nosotros mismos, sino ganar al PP". Le aplaudieron bastante y le votaron casi tanto como a Zapatero, quizá porque el objetivo no era ganarse entre ellos sino ganar al PSOE.
José Bono tomó la palabra justo después de que Rosa Díez, la primera que presentó su candidatura, la primera en intervenir ayer y la última en la cosecha de votos, proclamara: "Quiero que sepáis que no me voy a retirar". Su emotivo discurso, en el que tildó de "acomplejados" a muchos de sus compañeros, dejaba traslucir que no confiaba, ya a esa hora de la mañana, en alcanzar el podio. El de Díez fue un discurso de consumo interno, de encendida queja porque sus compañeros no hayan entendido que ella quería impulsar el cambio en el partido, "representar algo nuevo", acabar con "tics caciquistas" del PSOE, con "los peores vicios" de esa organización, pero que no era una outsider. "Soy tan aparato y tan de la dirección como el que más", fue una de sus rotundas afirmaciones.
Después argumentó cómo debía ser el cambio que ella quería protagonizar. "El cambio que defiendo es que no haya perdedores y en el que se conjugue el contar con, en vez de pactar entre". Un cambio, dijo, en el que se haga "política de otra manera", en el que se sumen los apoyos "de abajo arriba", sin "componendas". Díez reivindicó su "pasión por la política", su pretensión de no "ganar contra nadie" y, de lograrlo, "no dejar tirado a nadie".
Rosa Díez defendió el sistema de primarias en el que participan todos los militantes, no sólo los delegados, para elegir al secretario general del partido. Si en este congreso se hubiera aplicado ese método, vaticinó, "las intoxicaciones y el juego sucio de estos días se hubieran evitado". Y retó a los delegados sobre sus convicciones democráticas: "Decimos que la democracia fortalece al que la ejerce, pero no nos aplicamos este principio". Y remató: "No soy Felipe González ni pretendo serlo", pero "los hijos, cunado se independizan, te piden consejo, pero nunca te vuelven a pedir permiso".
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