Veinte años después de la muerte de Comín
Su ética política y compromiso intelectual siguen esperando equivalentes
,Hoy se cumple el 20º aniversario de la muerte de Alfonso Carlos Comín. Tras 20 años, la figura impresionante del pionero de Cristianos por el Socialismo sigue viva en la memoria de políticos e intelectuales. Su testimonio vitalista, su rigor y su "compromiso con la acción" (término acuñado por Emmanuel Mounier) han sido recordados tenazmente por la Fundación Comín, que año tras año concede el premio que lleva su nombre a intelectuales comprometidos del mundo entero. También la Fundación Comín, no sin un gran esfuerzo, consiguió publicar en siete amplios volúmenes su obra completa, tarea felizmente completada en 1993.
Su vinculación con el pensamiento de Emmanuel Mounier tiene una relación directa con un incidente de su vida poco relatado por la prensa. Era el primer día del estado de excepción decretado por el general Franco en 1969. El 24 de enero, cerca de las doce de la noche, irrumpía en su domicilio un excepcional despliegue de agentes del Cuerpo Nacional de Policía con casco y metralleta en mano, precedidos de agentes de la Brigada Político-Social, para detener a los 22 amigos reunidos con la viuda de Mounier, Poulette, invitada por Alfonso Carlos a visitar Barcelona. De los 22 detenidos, cinco pasaron a prisión acusados de reunión ilegal, causa que no prosperó pero que significó cinco semanas de permanencia en la cárcel Modelo de Barcelona.
Comín, Josep Maria Piñol y Juan N. García Nieto fueron tres de ellos. Los tres, desgraciadamente desaparecidos hoy, salieron en febrero, pero Alfonso Carlos ingresó de nuevo el 7 de octubre para cumplir una sentencia de dos años por un delito de propaganda ilegal a raíz de un artículo publicado en la revista francesa Témoignage Chrétien. Cumplió algo más de tres meses y la causa de tal reducción de pena tiene una historia interesante. Fuese porque la revista era francesa, por el incidente previo con la viuda de Mounier o porque el antifranquismo en el país vecino aprovechó la ocasión, se organizó una campaña de solidaridad impresionante. Tanto, que la familia Comín abrió una cuenta corriente para guardar el dinero de ayuda que llegaba de Francia, que al fin sirvió para pagar la libertad provisional de cuantos presos lo precisaran, sin tocar para ellos ni una sola peseta.
La relación de esta campaña con su puesta en libertad se produjo cuando el ministro de Asuntos Exteriores español Gregorio López Bravo quiso entrevistarse con su homólogo francés, Maurice Schumann, y éste se negó a recibirle. López Bravo expuso que necesitaba la libertad de Comín para poder volver a París y no sufrir otro fracaso. Primero intentaron que el preso firmara una petición de indulto, a lo que Comín se negó en redondo. Luego el Consejo de Ministros le concedió la libertal sin más el 24 de enero de 1970, la misma fecha un año después de la primera detención.
Los procesos que acumuló Comín por delitos de opinión llegaron hasta la docena. Ninguna otra acusación prosperó en sentencia condenatoria. Su agitada vida no amedrentaba a Comín. Recuerda su viuda, Maria Lluïsa Oliveras, que lo despedían de todas partes por presiones políticas. Así, perdió su empleo en la editorial Nova Terra y la Escuela Profesional del Clot. Otros trabajos los dejó voluntariamente para dedicarse mejor a su vida intelectual y su compromiso político. Por ejemplo, en 1961 abandonó un cargo directivo en el Centro de Estudios y Asesoramiento Metalúrgico (CEAM), al que había accedido como ingeniero industrial, para marcharse a Málaga a realizar dos de sus obras más emblemáticas: La España del Sur. (Aspectos económicos y sociales del desarrollo industrial en Andalucía) y Noticia de Andalucía, publicada esta última en 1970.
Comín nació en Zaragoza en 1933, pero su vida estuvo vinculada a Cataluña y a la intelectualidad catalana. Que a principios de los años sesenta, momento en el que se inicia la más impresionante emigración de andaluces hacia Cataluña, un intelectual catalán fuera a estudiar la estructura social y económica de Andalucía demuestra su lucidez, anticipación y grado de compromiso. Los políticos e intelectuales actuales no miran al Sur con la misma intensidad ética con que lo hizo Comín. Su solidaridad con el Sur, "con todos los sures", recuerda Maria Lluïsa Oliveras, le llevó también a la Cuba revolucionaria y a la identificación con las luchas de liberación de los países latinoamericanos. Por ello muchos lo relacionaban con el Che, tanto por su ardor revolucionario como por su semblante físico. "Mitad Cristo, mitad Guevara", se había dicho de él. No en vano dedicó parte de su trabajo intelectual al diálogo cristiano-marxista y otras de sus obras significativas fueron Cristianos en el partido, comunistas en la Iglesia y Por qué soy marxista, y otras confesiones.
Su trayectoria política no lo apartó de su fe cristiana sino que, por el contrario, la reafirmó. Ya enfermo irreversible, rezaba "para la conversión de la Iglesia". Militó en años juveniles en el Front Obrer de Catalunya (FOC), rama catalana del Frente de Liberación Popular (FLP). Tras su paso por la Modelo, donde coincidió con Jordi Solé-Tura y Jordi Borja, también detenidos durante el estado de excepción, Comín se incorporó a la naciente organización Bandera Roja (BR), que ya en plena transición se fusionó con el PSUC, el partido de los comunistas catalanes. Llegó a pertenecer a su comité central y también al del PCE. Y su prematura muerte, poco antes de cumplir 47 años (otro paralelismo con Mounier, que murió a los 45), le llegó siendo diputado del Parlament de Catalunya.
La memoria de su trayectoria vital e intelectual sigue impresionando a todos los que le conocimos: su ardor dialéctico, su verbo fácil, su discurso convincente, su mirada penetrante... Pero sus preocupaciones intelectuales, ¿alguien las traduce hoy a los problemas presentes? Es difícil que en nuestras latitudes se den nuevas aportaciones significativas del diálogo cristiano-marxista. ¿Será por falta de marxistas o porque los cristianos actuales son más vaticanistas y menos evangélicos? Sólo los teólogos de la liberación siguen su lucha en el cada día más abandonado Sur planetario.
La misma preocupación por nuestro sur de políticos e intelectuales catalanes se ha desplazado en un afán introspectivo por averiguar si la contribución retributiva de los catalanes está suficientemente compensada por las partidas presupuestarias estatales, un debate pretendidamente técnico para eludir obligaciones compensatorias, solidarias o éticas. El Sur, evidentemente, ha mejorado en los últimos 20 años de democracia, pero sigue siendo el Sur, y lo frecuente es que, a más desarrollo, más distancia entre los polos. ¿Dónde está hoy el discurso político-cultural equivalente al de Comín?
El gran Sur también despierta menos solidaridades contemplado más como territorio de posible inversión, o como peligro de oleadas migratorias, que como pueblos que aspiran aún a su liberación. Nuestro debate intelectual y político se ha empequeñecido desde que Alfonso Carlos Comín dejó de levantar su voz.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.