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Tribuna:EL TEATRO Y LAS INSTITUCIONES
Tribuna
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El follón del Lliure MARCOS ORDÓÑEZ

Marcos Ordóñez

La pregunta, según el autor, no es si Pasqual se va o no se va, si su dimisión es un amago para forzar la negociación o un reconocimiento de su imposibilidad. La pregunta es: ¿cómo es posible que a estas alturas no haya todavía un contrato programa?

No sé lo que pasa en el Lliure, y dudo que alguien lo sepa. Quizá estamos haciendo las preguntas equivocadas. Rebobinemos. El pasado miércoles 19, Lluís Pasqual dimitía (desde Buenos Aires, por carta) de la dirección del Lliure y Guillem-Jordi Graells, codirector, se sumaba a la dimisión: si el 31 de diciembre, decían, el Lliure no está en Montjüic, Pasqual y Graells dejan la dirección artística. Decisión, la de Pasqual, que, por lo que parece, ya fue comunicada una semana antes a la junta de gobierno de la Fundación Lliure. Podríamos preguntarnos por qué Pasqual no hizo pública tal decisión al presentar a la prensa, por las mismas fechas, la nueva programación del teatro, pero como la respuesta no se me alcanza aparco la pregunta.En dicha rueda de prensa, Pasqual y Graells acusan a Mascarell, concejal de Cultura del Ayuntamiento, de entorpecer las negociaciones; al día siguiente, Mascarell se descuelga diciendo que el problema es Pasqual, instalado en "la cultura de la queja". La pregunta no sería, creo yo, si Pasqual se va o no se va, si su dimisión es un amago para forzar la negociación o un reconocimiento de su imposibilidad. Mi pregunta sería: ¿cómo puede ser que, a estas alturas de la película, no haya todavía un contrato programa? Porque ésa es la madre del cordero. ¿Qué es un contrato programa? Pues el que estipula el dinero que soltarán las instituciones y el que aportará el propio Lliure "por taquillas y patrocinio". ¿Les suena? ¿Verdad que en los teatros de los países normales eso es lo primero que se pacta? Aquí parece que no. Dice Mascarell: "Debe haber reglas nuevas sobre los mecanismos de gestión económica". ¿Por qué nuevas? ¿Qué ha cambiado en el Lliure, qué grandes movimientos ha habido en el último año? Sigue: "... Y saber qué papel tienen los que ponen el dinero". Alucino. ¿No lo saben todavía y han aprobado una partida de 4.600 millones de pesetas? Ésa es mi pregunta a las instituciones. Y a Mascarell.

La pregunta al Lliure sigue, igualmente, en el aire. Pasqual se despidió de la sala de la calle del Montseny, muy redundantemente, con L'hort dels cirerers. Y hace cuatro días ha presentado una programación un tanto enclenque para la nueva temporada. Vale, de acuerdo, no hay pasta. Pero más allá no veo nada. Veo cifras y letras, como en el concurso aquel, pero nada, ni un solo dato teatral sobre lo que se hará en el Palau de la Agricultura. Sigo sin saber cuál es el planteamiento, el activo real del Lliure (directores, actores, obras) a la hora de asumir el reto de llenar el Palau, de pasar de un espacio de 300 butacas a uno de chorrocientas. Es una pregunta que todas las gentes del teatro -incluyo al público, por supuesto- nos hacemos, pero en voz baja. Para no entorpecer las negociaciones, supongo. Somos fans del Lliure, desde luego; el problema es que no sabemos muy bien qué es o quiénes son el Lliure. Como cuando seguíamos siendo del PC sin saber exactamente cuáles eran sus poderes, su activo. No veo muchos directores en el Lliure, por ejemplo. En los últimos años no se han caracterizado precisamente por abrirse a otra gente. Más bien al revés. Calixto Bieito duró allá dentro lo que una pastilla de éxtasis a la puerta de un colegio. Con Homar la cosa acabó fatal. Bueno, está Josep Maria Mestres, un estupendo director de comedia, que no acaba de pisar fuerte cuando toca otros materiales. Montanyés está demasiado ocupado como para dirigir. ¿Me dejo alguno? Y de todos los directores que han pasado cada verano, Grec tras Grec, ni uno (Bernat, Carlota Subirós) ha hecho nidito. Con la excepción de Monti y Klowns, ahora que me acuerdo.

Hará unos años te preguntaban, como en el Un, dos, tres, "directores del Lliure", y te venían a la boca cuatro o cinco. Ahora te encuentras cantando un chotis: "Pasqual, Pasqual, Pasqual". También añades, como una jaculatoria: "Y que dure". Porque lo mejor de las últimas temporadas ha sido Pasqual. Y Pasqual y Pasqual. Tres jugadas de órdago, tres espectáculos excepcionales: Cantonada Brossa, Tot esperant Godot, L'hort dels cirerers. Pero ningún aficionado en su sano juicio cargaría sobre las espaldas de Pasqual, como si fuera un atlante de Reus, la programación del Palau de la Agricultura. ¿Qué pretendéis, que reviente? No, no. Nada más lejos de nuestra intención. Además, tiene que estar en forma para rodar el Tenorio con Banderas, que hay mucho duelo a espadas.

Y hablando de duelo a espadas, hay otra cosita que me preocupa. Fin del flashback, volvamos al principio. Al estallido. ¿No les parece raro que todo este asunto del Lliure estalle así, de golpe y junto? Tantos meses de calma chicha, y de repente, la caja de los truenos. Parece que ahora todo son problemas y que, por no resolver, ni se ha resuelto el de los retrasos de las constructoras. (¿cuál puede ser el próximo, qué les queda?, ¿una lluvia de sapos?). Y las frases de Mascarell. Lo de "instalarse en la cultura de la queja" tiene su busilis, pero a mí me ha llamado más la atención esta otra: "No estamos en el París de los validos". Tendría que rebuscar entre mis papeles, pero juraría que algo muy parecido dijo el consejero Pujals cuando, también de repente, resultó que el Nacional de Flotats era peor que el Salón Kitty. No sé, quizá son imaginaciones mías. A ver qué pasa.

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