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El mayor 'pic-nic' del mundo

Francia celebra su fiesta nacional con una multitudinaria comida a lo largo de casi 1.000 kilómetros

"Ah, el 14 de julio de 2000". A pesar del anticiclón de las Azores, implacable, maldito ayer por millones de ciudadanos, no puede decirse, en rigor, que la lluvia y los cielos de plomo aguaran enteramente la más extraordinaria fiesta nacional francesa de la historia. De entrada, Francia se incorporó al libro de los récords planetarios con el pic-nic más multitudinario que se conozca. Y luego, por supuesto, siempre quedará para el recuerdo el gran desfile militar de los Campos Elíseos, el más lustroso de los últimos tiempos, que contó con la presencia añadida de representantes de los ejércitos de ocho países europeos, entre ellos el de España. Bajo un cielo amenazador pero contenido, surcado por una colección muy variada de modelos de aviones de caza, fiel reflejo de la disparidad aeronáutica militar europea, el pecho del presidente de la República, Jacques Chirac, se mostró ayer más henchido que nunca. Por momentos, pareció incluso que la estrofa de La Marsellesa, "le jour de gloire est arrivé" (el día de la gloria ha llegado), cantada con tanto mimo y fervor, tenía algún sentido en esta Francia exitosa que ha recuperado la confianza en sí misma.A mediodía, cientos de miles, más de un millón quizás, de ciudadanos -menos en todo caso de la mitad de los tres o cuatro millones previstos-, participaron en la comida de acampada dispuesta a lo largo del meridiano de París, la línea recta imaginaria de 990 kilómetros que discurre en vertical desde Dunkerque, en el norte, a Prats-de-Mollo, justo en la frontera con España. La idea del "increíble pic-nic", organizada para festejar el año 2000, fue un homenaje a los astrónomos franceses Delambre y Méchain, que calcularon la distancia del meridiano en los primeros años de la Revolución, pero también una manera de reunir, en torno a la mesa, naturalmente, al "buen pueblo de Francia". Los ayuntamientos de los 339 municipios situados en esa recta desplegaron para la ocasión casi 600 kilómetros de mantel de papel, a cuadros, para albergar las viandas, productos de la tierra francesa, que los ciudadanos trajeron de sus casas.

El resultado varió radicalmente de una región a otra, en función del tiempo, pero puede decirse que, en general, se aguantó el pulso climatológico con bastante estoicismo. Mantener el programa, preparado con meses de antelación y con una inversión no inferior a los 1.300 millones de pesetas, se había convertido en un asunto de honor nacional. Claro que, a la vista del panorama, muchos de los participantes en esta comida optaron por instalar los manteles bajo techo. Inevitablemente, los cascos alados modelo Astérix y los escudos galos dieron el toque pintoresco a los corros en torno al salchichón, al camembert, el paté y el roquefort.

Además de la gigantesca fiesta campestre, la celebración francesa del año 2000 ha incluido la plantación de 13.000 árboles a lo largo del meridiano, una manera de emular a los revolucionarios que plantaron "los árboles de la libertad" destinados a perpetuar la memoria republicana. Las dificultades propias de la orografía del terreno y la negativa de algunos de los particulares a permitir que se plantaran árboles en su jardín han creado un "meridiano verde" algo zigzagueante, aunque el objetivo parece conseguido. Menos éxito ha tenido la idea "Variación sobre la línea" del creador Jacques Lecler, que consistía en componer una cinta gigantesca de amapolas a lo largo de los casi mil kilómetros. El "meridiano rojo" no ha llegado a cuajar porque a los vecinos de las poblaciones rurales no les seduce en absoluto la idea, "parisiense", dicen ellos con sorna, de dejar que las raíces ácidas de las amapolas arruinen sus tierras.

El primer antecedente de esta comida de confraternización nacional no es otro que la que 20.000 republicanos celebraron el 14 de julio de 1790 en París para festejar el aniversario de la toma de La Bastilla. En París, el mantel a cuadros se extendió por buena parte de las zonas verdes de la ciudad, particularmente en los jardines de Luxemburgo, donde los senadores agasajaron a 13.000 alcaldes con productos traídos de todos los puntos de la geografía hexagonal. El acto se convirtió en una ceremonia de afirmación republicana, con participación del presidente Chirac y el primer ministro Jospin. Antes de que los discursos dieran paso a la música de Jean-Claude Casadeus y Patricia Kaas, miles de globos surgieron de la explosión de un enorme globo terráqueo. Cada uno llevaba prendida una declaración de derechos de los jóvenes ciudadanos. Francia sigue fiel a su vocación misionera universal.

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