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El Tour, loco hacia los Pirineos

Nueva escapada masiva y nuevo triunfo de otro holandés del Rabobank, Erik Dekker

Carlos Arribas

Caótico y veloz, anárquico y loco, el Tour corre hacia los Pirineos. Desbocado. Una epidemia lo ha invadido la primera semana, que termina hoy, el último día llano. Una cadena de dimisiones. Una huida colectiva de la responsabilidad. La rutina, la norma que guió los dos primeros días en línea para conducir al fracaso de las fugas y al sprint masivo, se rompió con la contrarreloj por equipos. Aguantó un poco al día siguiente (triunfo de Wust) y saltó hecha añicos un día después. Dimitió el ONCE (equipo del líder), dimitieron los equipos de sprinters; llegó el Telekom al comando. Etapa séptima. Agnolutto inventa la fuga del chubasquero. Ayer, reedición, reimpresión corregida y aumentada. No fueron 12 como el jueves; no fue un loco como el viernes, fueron 17 los corredores que formaron el corte, que dice Arrieta. La etapa de ayer, la que llegó a Villeneuve sur Lot a toda velocidad (46,5 de media) a través de la escarpada Francia central, fue sólo la octava de este Tour que, se dice, no empezará en serio hasta mañana. Un equipo sobre todos, el Rabobank, agradece las circunstancias. Ayer ganó su rodador Erik Dekker. La segunda victoria del equipo holandés.

La teoría de la fuga volvió a soportar ayer la carga de la crítica. Es una teoría sencilla que, en teoría, todos los ciclistas del Tour se saben de carrerilla y que, en teoría, han aplicado alguna vez en su vida. Txente García Acosta, el navarro del Banesto, estuvo en la fuga de ayer, claro. Fue el único español presente. Cuando, viendo la locura de la etapa, el Mercatone Uno de Pantani se pegó su buena paliza en cabeza para lograr que la distancia no se disparase hasta los incontrolables 20 minutos, poco después recibió la ayuda en el control ligero de los despechados del Kelme, que un día más se habían quedado a punto de entrar y no entraron. Castigados a tirar. Otros directores, como el del ONCE, prefirieron individualizar al culpable: el gallego Serrano tuvo que hacerse unos cuantos kilómetros en tierra de nadie, hasta que Manolo Saiz calculó que el castigo tenía la dureza lógica, no fuera a ser que Serrano acabara machacado, y con la falta que hace en los Pirineos.

Erik Dekker, el ganador final, fue ayer el más constante, el más trabajador y el más hábil. Puede escribir un libro sobre el arte de la fuga lograda. El holandés, de 29 años, notable contrarrelojista, fue también el primero que lo intentó. Ya en el kilómetro 1 lanzó su primer ataque. Después hubo decenas, en los que siempre estuvo. Hasta que en el kilómetro 57 ya se formó un grupo de 14, al que poco después se unirían otros tres. A 30 kilómetros de la llegada, Dekker, también el más fuerte, aprovechó un repecho para marcharse solo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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