"Rubén tiene... tenía mucho futuro jugando al baloncesto"
"Parecen dormidos"
ViladecansDesde el mismo jueves negro se había suspendido el gran evento cultural de Viladecans, el Festival de Teatro Al Carrer. Pero en la calle sobraba drama: "¿Cómo voy a saber en qué coche va Jordi?", preguntaba con inquietud su amiga Cristina, perdida entre el gentío que asistía a la llegada de los féretros. Entre los jóvenes circulaban copias arrugadas de papel con los nombres, las fotografías tamaño carnet y la clase a la que pertenecían los 11 alumnos del Colegio Modolell que nunca volverán a ver. Todos de Segundo y Tercero de ESO.
Sí podrán entrenarse de nuevo con Enrique y Cristina, ambos profesores de gimnasia. "Son de los que nos caen mejor", asegura uno de sus alumnos.
Y están vivos. A buena parte de las víctimas les unía, además del colegio, la pasión por el baloncesto. "Ruben tiene... tenía un gran futuro jugando al basket", aseguró uno de sus colegas de clase, José Manuel.
También Jordi Cester, otra de las víctimas, jugaba en el equipo de baloncesto del colegio Modolell. Su ídolo era Michael Jordan. Coleccionaba todo lo que aparecía en la prensa y encontraba en Internet sobre el ex-jugador de la NBA. En cambio, a Oliver González, igualmente fallecido, lo que le volvía loco era el fútbol.
Pero el deporte no era la única actividad con la que disfrutaban los chicos. Un grupo de chavales de la Agrupación Escolta Garbí, un centro de actividades para jóvenes de orientación cristiana, relataba cómo una de sus compañeras muertas, Marta Montero, disfrutaba con su afición al teatro. Marta, de la clase Tercero B, participaba en la compañía infantil del grupo Mossèn Cinto Verdaguer. "Era una niña muy alegre y dinámica", explicaba Mireia Piñol, una de las monitoras del Garbí.
La joven monitora trataba de animar a los adolescentes, que intentaban prepararse para el mal trago de la capilla ardiente. "Espero que no se les vea la cara", decía uno de ellos. "Los maquillan y parecen que estén dormidos", le subrayaba otro.Los más pequeños no parecían ser conscientes de la tragedia. Entre recuerdo y recuerdo, los chiquillos iban levantando el tono de voz hasta generar un auténtico griterío que provocó las protestas de los mayores. "Shhhh", les reprendió una vecina con los ojos enrojecidos. Aún así, los niños insistían, bajando la voz, que habían puesto mil pesetas cada uno para comprar "enormes ramos de flores para nuestros amigos".
Los de Jordi y Marta eran dos de los once dramas que se mascaban ayer en las calles de Viladecans. Pero había más. Uno de los profesores que se encuentran ingresados en el hospital de Soria, Enrique Villagrasa Sánchez, ha perdido a su madre, Consuelo Sánchez Pérez. La mujer, que regentaba un gimnasio en el Prat, había querido ir a la excursión.
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