Un festejo contra la nostalgia
En Madrid viven unas 11.000 personas nacidas en Navarra. De ellas, unas 600 son monjas. Entre el 6 y el 14 de julio de cada año, las cuatro asociaciones navarras aquí establecidas combaten la nostalgia pamplonesa sin toros, pero con actos culturales, jotas, pimientos, vinos y cohetes. Un millar suele festejar la víspera de San Fermín, obispo cristiano martirizado en la francesa Amiens en el siglo II, el patrón de Pamplona. El festejo se celebra en la iglesia regida por frailes franciscanos; según acuerdos inmemoriales, siete de cada diez de ellos han de ser de Navarra, como lo es su superior, Antonio Ezcurra, herido que regresó anoche a su domicilio. En lo alto del campanario de la torre mudéjar de este templo de 1890, a las doce en punto del mediodía del 6 de julio, un carillón comprado a Unión Relojera Suiza por un millón de pesetas hace doce años y teledirigido desde la calle de Iparragirre, de San Sebastián, emite los toques de la
Marcha para la entrada del Reyno,
que es el himno medieval de las Cortes de Navarra. Inmediatamente después se dispara el
chupinazo,
cohete que vuela por doquier tras serle prendida la mecha con un puro. Se grita
"Viva San Fermín
", y al poco, en las mesas colocadas en la calle, se ofrece a los reunidos chistorra, además de vino navarro, explica el abogado Javier de Lizarza. Ayer, pese a lo ocurrido con los cohetes, también se degustaron estas viandas.
Lizarza es viceprefecto de la Real Congregación de San Fermín de los Navarros. Desde 1684, la congregación asiste a los navarros, que cada marzo se reúnen en Nuevo Baztán, un pueblo del siglo XVIII, obra del prócer Juan Goyeneche.
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