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Entrevista:MARÍA ÁNGELES DURÁN - CATEDRÁTICA DE SOCIOLOGÍA

"España es el país europeo donde más mujeres dependen del sueldo de otro"

Naiara Galarraga Gortázar

María Ángeles Durán (Madrid, 1942) sabe bien lo que es conciliar la vida familiar y profesional. Catedrática de Sociología e investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), tuvo cuatro hijos. Tres, de 26, 25 y 17 años, siguen viviendo en su casa. Durán disertó ayer en Bilbao, invitada por la Fundación Sabino Arana, sobre cómo concilian la familia y la vida política las parlamentarias europeas.Pregunta. ¿Está satisfecha de cómo ha conciliado su vida familiar y pública?

Respuesta. Creo que he conseguido un mínimo común denominador. Desde luego, he tenido que renunciar a cosas en ambas dimensiones, pero la combinación que he encontrado no está mal. Y me parece esencial el hombre con el que comparto la vida desde hace 40 años.

P. ¿En qué se ha plasmado en concreto la mayor presencia femenina en la vida pública?

R. Sobre todo en la presencia física en todas partes. Antes yo era la única mujer en un montón de situaciones, ahora casi no me pasa. En esta primera fase hemos ocupado unos espacios de los que estábamos excluidas. El desafío para el siglo XXI es transformar los contenidos. A menudo en los libros de historia parece que las mujeres no hubiesen existido. Tenemos que inventar una organización sanitaria diferente. A un jubilado la pensión le llega para comprar lo elemental siempre que alguien le cuide [sin cobrar] cada vez que enferma.

P. ¿Y en qué se nota el aumento de parlamentarias y el que el Congreso y el Senado estén presididos por mujeres?

R. Es importante que nos acostumbremos a ver a mujeres de carne y hueso representando el poder y a la colectividad. Tiene un valor simbólico y de creación de opinión tremendo.

P. ¿Cómo analiza la presencia de mujeres en el Parlamento vasco (30%) y el Congreso (34%)?

R. Mejor que los resultados finales es la evolución; en ambos casos la presencia ha aumentado mucho en unos años.

P. ¿Qué lo ha hecho posible?

R. Es un proceso a largo plazo que empezó antes de la muerte de Franco, con cambios en el acceso a la educación y al mercado de trabajo. Una mujer parada no se parece nada a la que está en casa, tiene ambición de ser distinta.

P. El desempleo femenino es muy superior al masculino...

R. Y lo más grave no es eso, sino la tasa de dependencia. España es el país de Europa donde mayor es el porcentaje de mujeres que depende del sueldo de otro. No hay muchas estadísticas sobre la dependencia porque no grita, como lo parados.

P. ¿Teme que la juventud considere que la igualdad se ha logrado y abandone su lucha?

P. No soy de las que teme una marcha atrás. Los jóvenes son menos desigualitarios. Es cierto que dan ciertas cosas por hecho... cuando yo estudié Derecho tenía prohibido ser juez. Y hacia el 68, una vez casada, me denegaron una cuenta corriente propia. Necesitaba el permiso de mi marido. Vivir esos cambios es una sensación muy bonita, histórica.

P. Las parlamentarias se quejan de los horarios.

R. Es cierto. En todos los países europeos se quejan muchísimo de los horarios, que son una forma facilísima de excluir mujeres. Porque no sólo las reuniones de ayuntamientos, comisiones parlamentarias... incluso en los partidos, cantera para los cargos públicos, se hace la vida a última hora de la tarde. Eso significa que ni los varones asumen responsabilidades domésticas y que ellas gastan cuatro veces más que ellos en teléfono.

P. Le ha invitado el PNV, en cuya ejecutiva hay una sola mujer. ¿Qué diría a sus miembros?

R. Si me preguntaran, les diría que me alegra que me hayan invitado porque supone que quieren oír cosas distintas.

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Sobre la firma

Naiara Galarraga Gortázar
Es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y enviada especial. Trabajó en las redacciones de Madrid, Bilbao y México. En un intervalo de su carrera en el diario, fue corresponsal en Jerusalén para Cuatro/CNN+. Es licenciada y máster en Periodismo (EL PAÍS/UAM).

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