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Mercados

ALEJANDRO MAÑESSorprende comprobar que análogas habilidades que se aplican en los mercados populares, principalmente en países del tercer mundo, nos las volvemos a encontrar en el primero de los mundos, allá donde el mercado funciona con mayor eficacia. Se trata pues del juego de la oferta y la demanda, que permite fijar el precio del producto o servicio, y que hoy en día con tanto valor añadido intangible, resulta todavía más difícil de medir. Así, el precio de los billetes de avión, no es siempre el mismo, depende de la temporada, de la antelación con la que se contrate, del horario del vuelo y de otros factores parecidos, a los cuales hemos tenido que ir acostumbrándonos. En la tarifa de los hoteles, sucede otro tanto. No es igual, si la contratación la realiza uno mismo, que si se realiza por una oficina de reservas, que ha negociado un precio inferior. Tampoco lo es, si la reserva lo es por uno o varios días, laborables o de fin de semana, o si durante esos días hay convenciones o ferias.

Existen en Estados Unidos lugares sobradamente conocidos, en los cuales el mercado está perfectamente organizado para colocar stocks o restos de temporada, de las marcas más afamadas, de manera que el público tiene conocimiento previo del precio que mantendrán hasta determinada fecha. A partir de ésta, los precios sufren una baja considerable, de manera que el beneficio de la reducción es a costa del riesgo de quedarse sin existencias. Aún existe una tercera posibilidad de acceder a precios todavía más reducidos, si bien la posibilidad de que queden artículos es menor. Llegada la fecha fijada para esta tercera rebaja, los artículos se retiran y son devueltos al fabricante.

Mercados todos éstos, con los que tendremos que familiarizarnos, compatibilizados con los de Internet, que permiten que en el último año, las ventas crecieran en proporción geométrica por este canal, en la Navidad de EE UU, y que el comercio electrónico funcione de tal modo, que cada vez más, las visitas al banco, contratación de espectáculos o similares, tengan que ir pensando en suprimir paulatinamente los respectivos mostradores de atención personal.

Si hace unos años, en todos los hogares americanos se podía encontrar, según dicen, la Biblia y el catálogo de venta por correspondencia de Sears, hoy el correo se ha convertido en electrónico y el sistema ha explotado al máximo sus posibilidades. El mercado al que nos dirigimos es el mercado mundial, conectado a la red. Se podrá aducir que la sociedad americana es la que más se corresponde con este tipo de venta. Así es y por ello allí ha comenzado, pero el mundo se globaliza, las sociedades se vuelven miméticas y también este tipo de venta proliferará en nuestro país, a medida que se cuente con mayor número de conexiones a la red.

Quizás sólo el constante juego paradójico, entre la imitación y la diferencia, la globalización y la identidad, permitirá en un futuro próximo, disfrutar de los mercados tradicionales, como el Mercado Central de Valencia, visitado a primera hora por numerosos turistas entusiasmados, junto a la posibilidad de poder adquirir, a medianoche aquí, en los mercados de futuros más sofisticados de Nueva Zelanda, donde ya es medio día del siguiente día, los kiwis más voluminosos que el mercado demande, para los próximos meses.

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