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EUROCOPA 2000Semifinales

Figo ensucia un gran duelo

El portugués se quita la camiseta y abandona el césped, enrabietado por el penalti

A la altura de su elevadísimo prestigio volaron ayer en Bruselas los dos mejores futbolistas europeos. Fue un duelo muy bello que empezó ganando el quiebro de Figo y que acabó dominando el cerebro de Zidane. El centrocampista portugués reinó durante una hora, pero entonces le empezó a pesar el esfuerzo, fruto de su tendencia a conducir el balón, a regatear, a chutar y a pasar. A hacerlo todo. Zidane, en cambio, condujo menos, pasó más y llegó más fresco a la segunda mitad, en la que domeñó el juego de principio a fin. En el momento cumbre, cuando se le exigió lanzar el penalti crucial, lo hizo con frialdad, de manera magistral: a la escuadra derecha de Baía, que se había echado al lado contrario. Fruto de la impotencia, Figo se quitó la camisa y se fue maldiciendo al banquillo convencido de que no había sido penalti. Zidane se impuso ligeramente a Figo hasta en la misma especialidad del portugués: el regate. 12 quiebros logró Zidane por los 10 de Figo. Sobre todo porque el francés creció progresivamente y acabó la prórroga con una larga carrera en la que sumó tres preciosos regates largos, zigzagueantes. Poco después llegaría el penalti. Y el lanzamiento a la escuadra.En la primera parte, no obstante, Figo ofreció lo mejor de sí mismo. Para empezar dejó sentado con un golpe de cintura a Deschamps, el viejo sabueso francés que lo perseguiría durante toda la noche. El portugués a continuación dejó correr el balón hacia atrás para, con un toquecito de tacón, engañar completamente a Petit. Zizou recogió el guante. Cambió de pronto el ritmo, aumentó la zancada, hizo la bicicleta y Costinha le vio enseguida el número 10 al jugador francés. Antes el francés enseñó un delicado taconazo que habilitó a Lizarazu, que entraba desde atrás, provocando los suspiros de admiración del estadio Rey Balduino de Bruselas.

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Ambos se ubicaron en la parcela izquierda, en el territorio del 10, dispuestos a inventar. Zidane comenzó con más presencia. A Figo le costó arrancar, pero, tras el gol de Nuno Gomes (m. 18), fue como si estuviera en el colegio. Recogía el cuero en la zona de tres cuartos, y se convertía en una amenaza constante para la tropa que protegía a Barthez.

Los momentos de desesperación de unos y otros se midieron por sus faltas. Las dos de Zidane en la primera parte; y la de Figo a Deschamps, que le costó la tarjeta amarilla al portugués, en el segundo periodo. Con el gol de Henry, Zidane empezó a ganar enteros al tiempo que Figo daba síntomas de cansancio. El 10 francés dio un recital de pases, controles, pausas. El balón se convirtió en parte de su aparatoso cuerpo y Portugal no halló el modo de arrebatárselo. Se puso a jugar Zidane, pero sobre todo a hacer jugar a sus compañeros. A medida que avanzaba el partido, mayor era la incidencia del centrocampista marsellés. Mayor su conocimiento del desarrollo del choque, que le cabía debajo de su coronilla. Pases rasos en profundidad, pases en forma de globo, pases de tacón. Con la derecha y con la izquierda. Con el interior y con el exterior del pie. Zidane era ya el popietario del juego y Figo, desesperado, le entró por detrás al francés. El símbolo de su frustración, de su cansancio. El mismo que le llevó a quitarse la camiseta al final y a largarse del partido.

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