_
_
_
_
Reportaje:

Arreglar el coche

Un día, el coche no anda. O hace un ruido raro. O resulta que "parece como si no tuviera fuerza". O que, al frenar, chirría un poco. Así que uno, con cuidado, se va al taller. Y, con la misma preocupación con que se le habla al médico, va y dice al hombre del mono azul:-Es que hace un ruido... no sé...

-¿Tac, tac, tac?

-No, no... es como taclac, tas, taclac...

Y el hombre, serio y circunspecto, se limpia inútilmente las manos de grasa con un trapo de color indefinido que, luego, guarda en su bolsillo trasero.

-A ver... Póngalo en marcha.

Y uno, sudoroso, pone el coche en marcha. El mecánico ha levantado el capó. Mira unos segundos. Y levanta la mano:

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

-Vale.

Uno baja del coche. Casi rezando.

-Pues tiene usted que dejarlo...

-Pero ¿qué tiene?

-No sé... Hay que verlo.

Ha entrado en el mundo misterioso del taller. En las reparaciones ocultas. En las leyendas que se contarán luego en la barra del bar, al cuñado en la sobremesa del domingo. Se hablará de mil casos como los cambios de embragues viejos cobrados a precio de recién salido de fábrica, de aquel tornillo que se olvidaron de apretar en un taller -de cuyo nombre nadie se acuerda-, de chiclés pegados que se arreglaron como juntas de culata, de misteriosas pinzas en conductos de aceite, de bujías desgastadas y mil veces raspadas para que aguanten "mientras cobro".

-Eso es leyenda negra. Es verdad que hay talleres que abusan. Pero son los menos. La mayoría de los mecánicos son gente honrada que hace su trabajo con profesionalidad.

Vicente Barroso es -a qué negarlo- mecánico, dueño de un taller. Empezó en esto hace ya más de 30 años. Y reconoce que hay picaresca y que hay gente que abusa. Que en los 5.500 talleres que hay en la Comunidad de Madrid, por no irse más lejos, no hay tanto fraude como la gente se empeña en creer. Que otra cosa es que la gente, al no saber de mecánica, de motores o de luces, se asuste ante una factura, ante una reparación. Y que luego los casos se magnifiquen, se corran de boca en boca y de una excepción, se haga generalidad. Pero no hay tanto fraude.

El caso es que las cifras parecen dar la razón a Vicente. En Madrid capital circulan todos los días en torno a 1.300.000 automóviles y cerca de 120.000 motocicletas. Bueno. Pues en 1999 hubo un total de 5.089 reclamaciones relacionadas con arreglos en talleres mecánicos.

María Teresa Jiménez, jefe del departamento de Protección al Consumidor del Ayuntamiento de Madrid, cree, como Vicente Barroso, que hay mucho de exageración y que, normalmente, los talleres hacen un buen trabajo.

Sea como fuere, el año pasado el Ayuntamiento trató 85.045 asuntos, entre reclamaciones, informaciones y denuncias. Servicios se llevó la palma con 46.089 quejas. En este epígrafe, en el que se encuentra incluido el automóvil, las reclamaciones -ya está dicho- fueron menos de 6.000. De ellas, casi 2.000 correspondieron a mal funcionamiento de automóviles nuevos y 976 defectos en coches de segunda mano. El resto se trata de quejas por reparaciones defectuosas -2.000 de automóvil y 149 de motos.

A Fernando Fernández se le estropeó el coche. Algo que le pasa a cualquiera. Y Fernando llevó el coche a un taller. Como hace cualquiera. Aparentemente, el automóvil no presentaba problemas cuando, después de pagar religiosamente, se fue con él a su casa. Los problemas vinieron después. Se lo habían reparado tan bien que no se paraba.

-¿Cómo que no se paraba?

-Que no se paraba. Llegué a casa y no había manera de parar el motor. Cerraba la llave y el coche seguía funcionando. Era cosa de verse.

Fernando no presentó reclamación. En muchas ocasiones la gente trata de arreglar las cosas por su cuenta.Pero otros acuden a las oficinas de defensa del consumidor. Se intenta primero una mediación y, si no da resultado, se va al arbitraje de consumo. En 1999 se celebraron 97 vistas por problemas de reparaciones en talleres mecánicos.

No son tantas, si se tiene en cuenta que por quejas de tintorerías, en 1999 se celebraron 426 y por reclamaciones en reparación de electrodomésticos, 168.

Como dice María Teresa Jiménez, el usuario suele ignorar sus derechos. No sabe, por ejemplo, que es obligatorio un presupuesto pormenorizado de la reparación, que la factura tiene que ir minuciosamente detallada o que el mecánico tiene la obligación de entregar al cliente las piezas sustituidas.

Los usuarios, en cuestión de automóviles, ignoran casi todo. Vicente Barroso cuenta cómo llegó un señor con su coche y le dijo:

-Mire usted, me temo que por el calentón se nos ha fundido el transistor.

O el de aquella señora que al ir a recoger el coche, al que se le había hecho una puesta a punto para la época veraniega, preguntó muy interesada que le explicaran exactamente para qué servía cada pedal, porque, desde el verano anterior, ya se le había olvidado la función de cada uno.

Pero también cuenta Vicente cómo le llego un hombre con un dos caballos y le enseñó una factura en la que se recogía que le habían puesto cuatro bujías. Algo realmente extraordinario, si se considera que ese tipo de vehículos sólo tiene dos cilindros.

A Juan B. López le ocurrió algo parecido. Algo que dice -y muy bien- de unos talleres y -muy mal- de otros. En uno le dijeron que tenían una mala noticia. Que tenían que cambiarle la culata. Una avería para la que le presupuestaron más de 200.000 pesetas. En otro taller le hicieron una pequeña reparación que le permitió continuar con el mismo coche, sin tanto gasto y con las mismas prestaciones.

Y es que, a veces, el buen hacer sustituye a la falta de piezas. Un simple muelle de un bolígrafo ha servido para solucionar un problema puntual y urgente.

Es que, como asegura Brígido Marín, con 40 años en la profesión, las cosas han cambiado mucho. Él recuerda cuando los coches eran asunto de mecánica, de oficio.

-Ahora, mire usted, todo son chips y ordenadores. Todo son cajas que se usan y se tiran. Antes... Antes había mecánicos, gente que conocía su oficio. Ahora... ¿qué quiere que le diga? ¿Se acuerda usted de los seiscientos? Eso sí que era un coche. Sabías lo que tenías que arreglar y dónde estaba cada cosa.

A Brígido le llevaron un día ante la Oficina de Consumidores. Fue una de esas 247 reclamaciones efectuadas a través de la propia oficina. El resto -1.797- se hicieron utilizando el servicio telefónico. Fue por 7.000 pesetas. Por una avería de la válvula del electroventilador y el termostato.

No es que niegue que haya fraude, aunque no tanto como se dice. Cree que el cliente debe confiar en su mecánico. Que es importante acudir siempre al mismo taller. Y Vicente también es partidario de lo que él llama mecánico de cabecera.

Y que los talleres tengan un personal profesionalizado. Que vuelvan los aprendices. El responsable de un taller que prefiere omitir su nombre para no herir susceptibilidades cuenta que, una vez, necesitó un goniómetro -círculo que mide grados-. Ningún taller lo tenía.

"Esto va a ser cosa del béndix"

A veces, un coche se convierte en un dolor. Una angustia de meses. A veces, un coche nuevo sufre un accidente. Y, a partir de entonces, el coche es otro. El coche, ese que tan bien conocíamos, del que sabíamos todo, sus ruidos, sus defectos, sus alegrías, se convierte -¡ay!- en un extraño.JB es músico. Su coche es un instrumento más de trabajo. En él lleva los instrumentos, transporta a sus colegas, acude a los conciertos. JB llevaba tiempo dándole vueltas y, al final, decidió comprarse un coche. El coche que necesitaba: rápido, amplio, moderno. JB se había comprado el automóvil de su vida. Era feliz. Un día, la lluvia, el cansancio, la mala carretera, o yo qué sé, hizo que su maravilloso coche se saliera de la carretera. Un accidente con suerte. El coche quedó destrozado. A él no le pasó nada.

JB pensó que le darían siniestro total, que, aunque lejos de su estilo musical, algo tenía que ver con su oficio. Pero no. La compañía decidió que el coche tenía arreglo. El presupuesto fue de casi 2,3 millones de pesetas, 400.000 menos de lo que había pagado por él. Tuvo el accidente en el otoño de 1999. La reparación duró cuatro largos meses.

-Sin coche. Esperando. Cada vez que iba por el taller veía el automóvil abandonado a la puerta. Me decían que faltaban piezas. Y nunca empezaban.

Un día, por fin, le devolvieron el automóvil.

-Estaba espantoso, lleno de barro, sucio por los meses que había permanecido abandonado. Lo mejor es que en la factura me cobraban 30.000 pesetas por la limpieza. Había luces de testigos que no se apagaban. El casete hacía un ruido espantoso, las puertas chirriaban como en una película de miedo. El capó costaba abrirlo. Parecía que tenía 100.000 kilómetros. Y, cuando tuve el accidente, hacía sólo dos meses de su compra.

JB tuvo que devolver el coche. Reclamar. Insistir.-Me arreglaron algunas cosas. Pero es como si éste no fuera mi coche. Yo preguntaba y me decían que es que habían tenido que hacerlo de nuevo. Y me hablaban de cosas que yo no entendía. Por ejemplo, había una rueda rajada y se negaron a cambiármela diciendo que no era del accidente.

Le dieron una factura de nueve páginas. Algunos conceptos entran en lo misterioso: "Revés.sup.montan/a/i", o denominaciones como lamelunas o ireak.

-Esto es como lo del béndix. ¿Se acuerda? Cuando llegabas a un taller y te decían: 'Esto va a ser del béndix'. Y tú te decías: no sé lo que es el béndix, pero suena a carísimo.

Por cierto, según explican en un taller, el béndix es una marca comercial del piñón de ataque del motor de arranque.

Está clarísimo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_