Aproximaciones MARIA EUGÈNIA CUENCA VALERO
Convergència anda revuelta ante la perspectiva de su congreso de otoño. El horizonte es tan diverso que podría desbordar a analistas, políticos e incluso a los propios militantes, porque estamos planteando no un horizonte ad intra, sino un horizonte parejo a la evolución actual social, política y económica, traspasadas ya las dos últimas décadas con un Gobierno nacionalista en la Generalitat de Cataluña.Es importante señalar, antes de acometer cualquier análisis político, la dificultad de definición nítida de los espacios y políticas de los diferentes partidos democráticos por la difuminación y entrecruzamiento de las ideologías en el sentido clásico. Descender de este preámbulo a exponer algunas reflexiones sobre CiU al hilo de nuestro congreso da un cierto vértigo, pero el formato del artículo no soporta recorrer el trecho.
Podría parecer que los congresos de los partidos, en general, son una ocasión para el encuentro de la militancia y para el ejercicio de un cierto parlamentarismo con ocasión de las diferentes ponencias que allí se debaten, y que lo que se debate queda plasmado en unos papeles que no tienen más misión que alinearse en una estantería o en un disquete y que sirva para poco más que las circulares ministeriales que en la época de Franco se enviaban a las universidades. Los congresos de Convergència, que siempre han sido importantes -desde el primero en 1975-, han marcado la línea política y han definido el proyecto de esta formación, que es el del partido político que ha pilotado el Gobierno de Cataluña durante 20 años, ha llegado a las cotas más altas de autogobierno de la historia de Cataluña y que ha contribuido como el que más a la consolidación democrática española prestando su concurso a la gobernabilidad de España tanto con los gobiernos del PSOE como con los del PP.
CDC es un partido que ha cubierto y dado respuesta a un espacio sociopolítico mayoritario que es el referente central del catalanismo político. Las políticas de bienestar social destinadas a los ciudadanos que se han proyectado desde el Gobierno de la Generalitat, han impulsado y favorecido el progreso social, económico y cultural en el sentido más amplio del país y de su gente. Esta constatación es innegable; no es propaganda interesada. Durante este periodo, y hasta 1996, el liderazgo del partido ha correspondido a Jordi Pujol y Miquel Roca. Mientras fue posible, Trias Fargas presidió el partido. El Gobierno y el partido han actuado al unísono.
Del Congreso de 1996 de CDC emana la renovación de personas y de discurso político. Durante algún tiempo pasaron inadvertidos los retoques y las novedades en la acción política del partido, pero, independientemente de la lógica subjetividad de las personas que componen el equipo renovado del proyecto de CDC, se transmiten unos mensajes, en ocasiones, de piña nacionalista diversa, que han sido percibidas por los ciudadanos como una deriva, un tránsito hacia posiciones alejadas de la centralidad. ¿Debe virar CDC decididamente hacia estas nuevas posiciones? Mi respuesta es que no y por ello, si es necesario, mejor es volver a renovar. Como partido nacionalista que es, ha de tener la ambición de extender sus políticas de progreso para seguir incluyendo, para beneficiar a un grandísimo número de ciudadanos, nacionalistas o no, de expresión castellana o catalana, y para compartir sus valores, inquietudes y complicidades. CDC tiene que continuar siendo líder de la centralidad. Las tentativas de introducir un discurso soberanista del partido, acompañado de imágenes concretas, producen desconcierto y alejamiento entre votantes y militantes, aunque ni en el Gobierno de la Generalitat ni en el grupo parlamentario se produzca este mimetismo.
En CDC caben muchas sensibilidades e incluso diferentes ideologías en el sentido clásico -éste es su éxito-, pero el proyecto no puede estar a merced de los vientos, sino atento a la evolución actual para conservar su razón de ser desde su fundación.
Esto me preocupa mucho más que las personas dispuestas a pugnar, en el mejor sentido, por la sustitución de Jordi Pujol como candidato a la Generalitat de Cataluña. La sucesión de Aznar -presidente del Gobierno español- ni ocupa folios, ni es noticia, ni preocupa todavía a los militantes del PP. Mas y Duran se presentan como los candidatos de dos partidos de la misma coalición, sólida y férrea coalición. Desde hace dos décadas compartimos listas electorales, gobierno, administraciones, ayuntamientos, etcétera; un programa electoral único elaborado con aportaciones de los dos partidos, dos secretarios generales, dos órganos de gobierno y un comité de enlace permanente entre dos partidos.
Desde hace algún tiempo se percibe por quien no está tan atento al día a día de la política, que CiU es un partido con el nombre de la coalición. En este punto, la finezza de los políticos es imprescindible.
Parece lógica la fusión sin apretones, pero hemos de dar ciertos pasos no sólo organizativos, sino de concreción de nuestro proyecto nacionalista. Así volveremos a activar a los militantes de siempre y a los nuevos y, a lo mejor, hasta conseguimos una mejor sincronía (empatía) con el centro sociológico catalán que es lo que aspiramos a encabezar.
Podemos estar en un trayecto de transición en cuanto a líderes, que creo que debería gestionar Jordi Pujol, pero no profundicemos en aquella renovación que arranca de 1996 y que muchos aceptamos, sin entenderlo, por fidelidad al partido. Este debería ser el eje del debate congresual y la sustitución del secretario general vendría por sí sola. Los candidatos serán incuestionables cuando hayan ganado nuestra confianza. El congreso de CDC es la ocasión para estimular el debate y generar atracción. Hace 25 años que milito en CDC.
Maria Eugènia Cuenca Valero es ex consejera de Gobernación y diputada de CDC.
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