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La OPEP negocia contrarreloj un acuerdo para aumentar la producción

Fernando Gualdoni

Viena será hoy, por segunda vez este año, la capital de la economía mundial. Los 11 miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) deben decidir si suben la producción mundial de crudo, medida que reduciría su precio y aliviaría la presión sobre la inflación en los países industrializados. El incremento de 1,7 millones de barriles aprobado a finales de marzo pasado no bastó. El precio del crudo se mantuvo en niveles de entre 28 y 30 dólares y el mundo le reclama ahora a la OPEP que abra más la espita. Los dos pesos pesados del cartel, Arabia Saudí e Irán, negociaban ayer a toda marcha un pacto para aumentar la producción, pero mantenían sus diferencias en cuanto a la cantidad en que debe elevarse.

Los saudíes parten del millón de barriles diarios, mientras que los iraníes parten desde los 500.000 barriles. A medianoche de ayer, el ministro iraní de petróleo, Binjan Namdar Zangeneh, señaló que al respecto que ya existe un acuerdo con Arabia Saudí, que no concretó. Los analistas apostaban por una solución intermedia pero cercana al límite alto.

El camino para que se llegue a un acuerdo de aumento de producción lo allanó el vicepresidente de la Compañía Nacional de Petróleo Iraní, Hojatollá Ghanimifard, que tras varias declaraciones, aclaraciones y desmentidos, terminó por aceptar que su país también pensaba que el precio del crudo debe estar a un nivel medio más bajo que el actual (en torno a 28 dólares).

"Si el precio se mantiene alto", dijo Ghanimifard, "los consumidores serán más conservadores y eso podría repercutir en una caída de la demanda". Pese a que Ghanimifard matizó una y otra vez sus palabras, éstas revelaron a grandes rasgos la posición con la que Irán viene a la cita de Viena.

La fuerte diferencia que ayer separaba a los colosos de la organización (Arabia Saudí es el primer productor con 8,1 millones de barriles diarios mientras Irán es el segundo con 3,7 millones) era la cantidad en la que la producción debe ser aumentada. Ambos países ya saben que sería políticamente costoso marcharse de Viena sin un pacto de aumento de la producción.

Impacto

Los saudíes creen que un alza de apenas 500.000 barriles no tendría el impacto deseado en el mercado puesto que los miembros de la organización ya están produciendo en torno a 600.000 barriles diarios por encima de la producción total de 24,7 millones acordada a finales de marzo pasado. Los iraníes, en cambio, creen que un fuerte aumento (de un millón de barriles o más) pondría en peligro el equilibrio que poco a poco están alcanzando la oferta y la demanda mundial.

El temor a que se repita la situación de finales de 1997 en Yakarta, cuando la OPEP subió la producción a poco de comenzar la crisis financiera asiática y el precio del crudo se hundió, está fresco en la memoria de los iraníes. Éstos respaldan su posición en numerosos informes de organizaciones que se dedican a seguir de cerca la evolución del mercado del crudo. Una de ellas, entre las más importantes, la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Este organismo reconoce que la oferta excede a la demanda en unos tres millones de barriles diarios. Añade que los inventarios de los países industrializados están creciendo a pesar de que todavía están por debajo de sus niveles normales.

Otros informes indican que el fuerte aumento del precio internacional de las gasolinas, que mantuvo su tendencia al alza durante las últimas cuatro jornadas de cotización mientras que el crudo bajó de 31,7 dólares entre el martes y los 28,70 de ayer, es un problema de la fuerte demanda en Estados Unidos.

Este incremento del consumo de gasolina en EEUU se debe al buen momento económico del país y al uso de un nuevo tipo de gasolina menos contaminante, para el cual las petroleras no tienen suficiente capacidad de refino. La OPEP rechaza que el alza de las gasolinas se deba a la escasez de producción.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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